El 9 de  septiembre del año  1972 el mundo conoció por primera vez, a través de la televisión,  el terrorismo en directo. Un grupo extremista palestino conocido como Septiembre negro se introdujo en la Ciudad Olímpica de Munich y allí mató a dos miembros del equipo olímpico israelí y secuestró a otros nueve rehenes. Todo el tenso enfrentamiento y el fatal desenlace (chapuceramente gestado por las fuerzas de orden alemanas)  acabó 21 horas más tarde. El Gobierno israelí nunca lo hizo público pero, a partir de estos trágicos hechos, diseñó una terrible operación de venganza conocida como  Operación Cólera de Dios,  un  complot para asesinar  a los once hombres acusados por los servicios secretos israelíes de haber planeado la matanza de Munich.

 

El director de origen judío Steven Spileberg tenía en mente, desde hacia años, reflejar estos acontecimientos que cambiaron, de alguna forma,  la Historia reciente. Pero, evidentemente, era necesario narrarlos con la serenidad que proporcionan  los años transcurridos.  Es decir, no están tan sólo ante el relato de una venganza sino ante una interesante reflexión alrededor de la sinrazón del terrorismo y la imposibilidad de justificar cualquier tipo de violencia.

 

Partiendo de un libro de George Jonas (Venganza: el relato verídico de una misión antiterrorista israelí), el guionista  Tony  Kushner ha escrito una emocionante trama  cinematográfica que tiene como protagonistas a los cinco agentes israelíes encargados de llevar a cabo esta arriesgada y violenta misión.

Eso sí, como suele ser habitual en las películas de Spielberg, en Munich tiene un peso importante la subtrama que  gira alrededor de la historia  familiar del jefe de la operación, el joven agente secreto Avner (Eric Bana). Este hombre, que nunca ha matado a nadie pero que está dispuesto a morir por su país, a medida que avanzan los acontecimientos  empezará a sentir todo tipo de  dudas alrededor del sentido  de su misión. Tan sólo encontrará la paz en el seno de su hogar: con su esposa y su hija.

 

Aunque sobran algunas escenas sórdidas (el asesinato de la mercenaria holandesa) y se alarga demasiado en metraje (dura casi tres horas), Munich atrapa al espectador porque  está magníficamente rodada y perfectamente planificada. A este respecto merece la pena destacar el excelente trabajo del director de fotografía Janusz Kaminski, que ha dotado  a la película de la textura necesaria para sumergidos en los años 70.

 

Esta película cuenta con una anécdota especial. Un miembro del reparto tiene una relación próxima con la historia. Se trata de Guri Weinberg, el actor e hijo de Moshe Weinberg, el árbitro judío y ex campeón de lucha libre que murió en Munich cuando Guri sólo tenía un mes. Ahora, con 33 años, la misma edad que su padre cuando fue asesinado, este actor judío ha tenido la oportunidad de retratar a su padre y homenajearle en la ciudad alemana.

 

Para: Los que les gusten las películas basadas en acontecimientos históricos