En Francia se han abolido de los rotativos de gran difusión los anuncios de roces sexuales y los diarios siguen perdurando, a pesar del aprieto económico. Por otra parte, el International Herald Tribune ha resuelto prescindir de los anuncios de contactos carnales.
Sin embargo, en algunos terruños la legitimación del tráfico carnal se ha tornado en un floreciente negocio.
El Colectivo de Prostitutas defiende que la legitimación reduciría los peligros para las mujeres meretrices, al tener un mejor acercamiento a la atención sanitaria, un entorno del trajín más protegido y el establecimiento de programas de asistencia para las jóvenes que desean dejar este degradante trabajo carnal.
Pero los corolarios han sido otros. La investigación Sullivan evidencia que de 1984 a 2004 los proveedores de servicios sexuales han pasado de 40 a 184, y la trata ilegal de mujeres se evalúa en cuatro veces más que en los países que sancionan el negocio libidinoso de las mujeres.
Para responder a la progresiva demanda, más jóvenes se han visto implicadas en el negocio de los roces carnales. Los distribuidores de servicios sexuales han agrandado sus ganancias. Y también el Estado se ha lucrado de la propagación de la industria del sexo, por las licencias y aranceles, así como por el incremento del turismo carnal.
En cuanto a las jóvenes enroladas en el negocio de la prostitución, no son pobres chicas que no tienen otro recurso, sino jóvenes que aceptan este tipo de ocupación como un medio para ser mujeres de negocios y de progresar en la vida.
La prostitución atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo. El que paga, quebranta la castidad a la que le comprometió el bautismo y mancha su cuerpo, templo del Espíritu Santo. La prostitución constituye una lacra social, afirma el Catecismo de la Iglesia Católica.
Clemente Ferrer
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