Usted en el año 36 del pasado siglo, a partir de mediados de julio, difícilmente podría estar con Franco, puesto que este General era como mucho, el número tres del escalafón en el golpe de estado, puesto muy discutido, entre otros conmilitones, por el también General Queipo de Llano.
Tuvieron que pasar varios acontecimientos, digamos que providenciales, para que este personaje se hiciera con el primer puesto del ranking.
Primero moría Sanjurjo, en un accidente de avión en Estoril, malas lenguas dicen que el aparato no pudo despegar por el peso de uniformes de gala y condecoraciones del finado.
Más tarde moría Mola, el autor intelectual de la tropelía, en otro accidente de avión. Por cierto, desde entonces, Franco le cogió respeto volar, y solo lo hizo bastantes décadas después.
El tercer suceso lo protagonizó Nicolás Franco, a la sazón hermano del otro, que falsificó de su puño y letra el acta de la primera reunión del pleno de generales golpista, en la que se acordó nombrar a Franco (Francisco) jefe de Gbierno de los sublevados. Franco (Nicolás) tachó la palabra Gobierno y la sustituyó por Estado, de esta forma se dio otro golpe de Estado dentro del golpe en sí.
Por lo demás, el precavido Franco (Francisco) no aceptó sumarse a la trama golpista hasta que tuvo confirmación de que un banquero balear había ingresado a su nombre, en Suiza y en francos de dicho país, una suculenta mordida. Siempre es conveniente asegurarse una digna jubilación en algún exilio si la cosa no salía.
José Luis de la Viña