La noticia de la última investigación sobre células madre ha dado la vuelta al mundo. La revista Science reseña el "avance" de la Universidad de Harvard: "reprogramar" una célula de piel o hueso para hacerla regresar al momento inicial. En concreto, su "experimento" consistió en vaciar una célula proviniente de una línea embrionaria y "rellenarla" de una célula madre proveniente del pelo o del hueso. Un resultado anunciado ya el pasado 24 de junio en la revista Nature y publicado este mes de agosto en Science.

La "ventaja" es que sólo se destruye una célula de la línea, aunque obviamente la línea queda también tocada. La "desventaja" sigue siendo la misma: se destruye un embrión para un proyecto investigador que el mismo autor de la publicación, Kevin Eggan, fía para dentro de 10 años. "Puede que haya algunos grupos sociales que pongan objeciones a nuestro método debido a que en origen las células fueron derivadas de embriones humanos tempranos", reconoce Eggan.

Y es que este joven investigador del Departamento de Biología Celular y Molecular de la universidad de Harvard (eggan@mcb.harvard.edu) considera que "el embrión no es un feto al no encontrarse en el seno materno sino en un cultivo". Así lo manifestó en un debate celebrado en la Universidad de Harvard el pasado 15 de abril donde el senador de Arkansas, Sam Brownback, le recordó que "la vida comienza en el principio y que la vida de un embrión es una vida humana única e irrepetible. "No es un perro ni un gato", señalaba entonces el senador.

Aun así, Eggan es consciente de los problemas morales que se derivan de sus investigaciones. "Debemos plantearnos si destrozar embriones es ético. Pero yo creo en la obligación moral que tenemos de tratar las enfermedades", señaló Eggan en el debate universitario. O sea, lo de siempre: el utilitarismo llevado a la ética. Destrozar embriones es ético si puede curar enfermedades. La afirmación en sí misma no es más que una entelequia, porque se trata de un mero futurible. Un futurible, por cierto, que compite con la realidad de unas células madre adultas, que no sólo no ofrecen ningún problema ético, sino que están curando ya seres humanos.

Pero es que además, la afirmación de Eggan nos retrotrae moralmente a la era de esclavitud. Es bueno que un ser humano (pequeño, eso sí), muera para mejorar la calidad de vida de otros. Pero es que además de los problemas éticos evidentes, las pruebas realizadas con células madre embrionarias han revelado su capacidad para desarrollar tumores, precisamente por esa potencia existente en el estado embrionario.

¿Por qué ese empeño en invertir millones de dólares en una línea marcada por el fracaso? ¿Quizás por esa vieja tentación de "seréis como dioses"?

Luis Losada Pescador