Estados Unidos, a pesar de su política inmigratoria, ve las orejas al lobo y ofrece su ayuda a México.
La pasada madrugada se producía un nuevo episodio de violencia en México que se saldaba con más de cincuenta fallecidos -entre ellos numerosos ancianos y mujeres-. Probablemente, este episodio de violencia no sorprendía a nadie al venir de un país tan acostumbrado a la violencia como es el país mexicano. Sin embargo, el ataque de la pasada madrugada presentaba unos tintes claramente distintos. En primer lugar, no se trataba de un 'ajuste de cuentas' entre bandas de narcos rivales sino un ataque contra un casino civil. En segundo lugar, el lugar del ataque no era la convulsa Ciudad Juárez u otro de los peligrosos lugares de la nación norteamericana sino la ciudad de Monterrey, que es el principal centro económico del país así como una de las zonas más estables del país.
De ello se deduce una nueva tendencia de la violencia en México -mucho más peligrosa que la anterior- que es la transición de la 'narcoviolencia' al terrorismo civil, en otras palabras, los cárteles de la droga ya no se limitan sólo a atacar a bandas rivales sino a cualquier ciudadano inocente del país ya que el fin actual de las bandas es derrotar al ya muy debilitado Estado mexicano y así establecer su propio 'régimen' que no sería otro que la 'ley de la selva'.
Nada más conocerse el ataque, la comunidad internacional ha condenado unánimemente el atentado. Entre estas respuestas, destaca la reacción de Estados Unidos quien ante este incremento de la violencia en su vecino del sur ha visto las 'orejas al lobo' y está temiendo la expansión de la violencia al sur de Estados Unidos -en especial a los fronterizos Estados de Texas, Nuevo México y Arizona- y por este motivo, la Administración Obama ha anunciado que va incrementar su papel en la lucha contra los cárteles de la droga y como primera medida, ha proclamado que permitirá la entrada de la policía mexicana dentro de las fronteras estadounidenses con el fin de prevenir nuevos ataques de grupos armados.
Gabriel López
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