En el Partido Popular ocurre algo distinto: todos saben que Mariano Rajoy da lo justito, que es un producto de asesores -principalmente, ¡ay dolor!, del asesor Arriola- pero es que las encuestas funcionan, y ya lo dicen los americanos: si funciona, no lo cambies.
Entre tanta polvareda se nos perdió don Beltrán. Con un Gobierno a la deriva, una oposición siguiendo la deriva del Gobierno y un país postrado y resignado a la supervivencia, siempre fingiendo, los grandes principios se olvidan. Se olvida, por ejemplo, que si algo necesita España es que los presidentes no se perpetúen en el poder. De hecho, sólo uno, José María Aznar, sin ley alguna que le obligara, se comprometió a permanecer los ocho años preceptivos -en casi todos los países con limitación de mandato- y lo cumplió.
Felipe González no tenía ganas de autolimitarse y ZP tampoco. Pero incluso éste podría hacerlo, dado que la medida no se aplica con efectos retroactivos y quedar como un señor. Cierto que ZP no sabe hacer otra cosa que gobernar, y esto no con mucho éxito, pero podría permanecer 16 años en el poder. Sí, el espectáculo se percibe sobrecogedor pero, señores, la ley justa debe buscarse sin personalismos.
Y la razón es muy simple: si el poder absoluto corrompe absolutamente el poder permanente corrompe de forma permanente. La tendencia del poderoso es a perpetuarse en el poder en detrimento de la libertad. Casi me atrevería a decir que sin limitación de mandatos no hay democracia.
Eulogio López
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