Lo ocurrido en la noche del sábado en el centro de Madrid estuvo precedido por una marea de banderas republicanas y anarquistas enarboladas por líderes sindicales y de extrema izquierda que se declararon dispuestos a derribar al Gobierno en la calle en nombre, qué paradoja, de la dignidad.
También es preocupante el silencio mantenido por la izquierda democrática, que a veces parece querer olvidar el capítulo de la Transición. La inmensa mayoría de la sociedad española sabe distinguir entre el sacrificio que ha provocado la crisis económica y la ruptura de los valores de la Transición.
De ahí que la propia muerte del llorado presidente actúe ahora como palanca para recuperar la convicción de que el progreso solo es posible en un clima de paz social donde se respete con autenticidad la dignidad humana.
Y es que sin duda es muy paradójico que en una manifestación por dignidad 67 policías hayan acabado heridos, alguno de cierta gravedad, sin haber sido ellos los primeros ni principales agresores. Los que piden dignidad, los dignos, se han convertido en indignos.
Pedro García