El sacerdote Luis de Moya, hace veinte años, tuvo un accidente de tráfico que le dejó tetraplégico.
Está desde entonces en una silla de ruedas. Trabaja a diario los contenidos de su web que distribuye, los sábados, a sus suscriptores.
Se levanta a las 6,30 de la mañana y se deja llevar, no puede asearse solo, necesita ayuda. Hace un rato de oración, desayuna, reza el breviario y concelebra la Santa Misa. Es entonces cuando empieza a trabajar en su web.
También dedica su labor pastoral: los domingos por la tarde, acude a la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra para confesar a todos los penitentes que lo deseen, tiene una buena clientela.
Pertenece a la Prelatura Opus Dei y, siempre que acude el obispo prelado de la Obra a la clínica, la hace una visita y tiene una sabrosa conversación con él.
Luis de Moya ha tenido una gran suerte; todas las personas que lo tratan le tienen un gran aprecio. Siempre tienen una sonrisa para todos o una palabra amable.
Su total inmovilidad le lleva a reconocer que, la persona que le atiende confía plenamente en ella. Intenta ser humilde sabiendo que necesita ayuda ya que no puede ser autónomo.
En relación con la persona que le ayuda suele afirmar que "engrandece más al que ayuda que al que es ayudado. Ya lo dijo Jesús "lo que hicisteis con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicisteis".
"El accidente de aquél 2 de abril fue como una especial Gracia de Dios porque me ha ayudado a vivir la vida mucho más intensamente, a darme cuenta de lo que realmente importa son las personas, que están puestas en este mundo por Dios, y para Él. Por supuesto que me cambiaría ahora mismo a como estaba antes, no soy masoquista. Pero "me han pasado tantas cosas buenas en todo este tiempo, que no querría haberlas vivido de ninguna otra forma. Lo que quiero es poder seguir celebrando cada 2 de abril, dando gracias a Dios". (Fuente: Nuestro Tiempo)