El freno al derroche de dinero público, del que se han aprovechado grandes fortunas -Acciona y Abengoa, principalmente- molesta a los millonarios

El tontiverdismo que anida en Moncloa llevó a ZP a pergeñar en la anterior legislatura una política de subvenciones públicas absolutamente desproporcionadas en beneficio de la energía solar -la más cara de todas para usuarios y contribuyentes- en todas sus versiones, especialmente en huertas solares.

Aún en la campaña electoral de 2004, ZP se dejaba fotografíar frente a una enorme huerta solar, presentada como el gran bastión del suministro energético.

Lo cierto es que la solar, aún más que la eólica, sólo ha servido para que las grandes fortunas, especialmente las familias que controlan Acciona y Abengoa -Entrecanales y Benjumea- se enriquezcan.

El enfado que ahora ha surgido en la patronal de esta energía es un poco farisaico: protestan, no porque se les vaya a rebajar las subvenciones, porque el decreto de septiembre, o el promulgado pocos meses atrás, reducen las subvenciones (no mucho, apenas un 25%) pero no afectan a las instalaciones ya en funcionamiento, sino a las nuevas. Es lógico, porque estos listillos, los millonarios colgados al erario público, querían llenar el país de huertas solares que sólo pueden ser rentables vía subvenciones, con lo que se encarecería, no sólo la tarifa de la luz, sino el ya insufrible déficit de tarifa que soportamos los españoles, y que roza ya los 15.000 millones de euros.

Conclusión, el rasgado de vestiduras de Javier Anta, presidente de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (ASIF), en la Feria Europea de la Energía Solar sólo indica que el señor Anta podría hacerse daño al andar, pues corre el riesgo de pisarse la cara, que tiene mucha. Lo cierto es que la energía solar le cuesta al ciudadano 20 veces más que la energía más barata, que es la nuclear, al tiempo que enriquece a los ricos con el dinero de todos los españoles. Además, no se recortan las subvenciones en el futuro decreto, sino el número de instalaciones, porque, al parecer, los millonarios querían, en lugar de reforestar España, trocar el paisaje patrio en un bosque de lupas -que, por cierto, también radian-.

Por tanto, Sebastián no se ha pasado: se ha quedado corto. El tajo debería ser mucho mayor, tanto en subvenciones como en número de instalaciones subvencionadas.