Sr. Director:
Hace unos días me contaron el espectáculo acaecido en la jornada que anualmente organiza el Consejo Escolar de Navarra.Afortunadamente ya no tengo compromiso de asistir a este tipo de eventos, ni tampoco de ser políticamente correcto o diplomáticamente prudente en mis manifestaciones al respecto. Voy a hacer, ni más ni menos, que lo que otros acostumbran: decir abiertamente lo que pienso. Y, una vez más, con independencia de quienes gobiernen.
De nuevo los profesores nos han dado la nota. Y, tal y como está nuestro sistema educativo, no podía ser de otra manera, una nota bastante baja; más bien diría yo chabacana. Los medios de comunicación no se han hecho eco de la bufonada, sus razones tendrán. El caso es que mientras unos pocos intentaban tomarse en serio aquel encuentro, un grupo significativo de profesores extorsionaban mostrando caretas, luciendo pancartas, emitiendo discursos insultantes a destiempo y haciendo sonar los teléfonos móviles ininterrumpidamente.
No sé si estos profesores serán o no de los que prohíben a sus alumnos utilizar el teléfono en el aula. La cuestión es que no hay manera de que este tipo de personajes admita serenamente que no sea el partido socialista el que nos gobierne. Nadie en el salón fue lo suficientemente decidido como para levantarse y llamar la atención de tan desvergonzado espectáculo con apariencia de reivindicativo. Quizá porque una mayoría creciente participa no sólo de las demandas sino también del estilo en como se hacen.
Naturalmente que se pueden tener diversas maneras de concebir el modo de gobernar una sociedad, pero es inadmisible la obstrucción violenta, la falta de respeto a todo el que no participe de las bufonadas, la utilización impúdica e impune de las instituciones. Sistemáticamente, los consejos escolares vienen siendo utilizados para este menester. Ámbito de parlamentarismo frustrado, cancha de estudiantes y profesores favorables a la izquierda y al nacionalismo en donde combaten violentamente a quienes consideran retrógrados casposos. Y todos los demás haciéndoles el juego. Para colmo, estos consejos escolares, diseminados por todo el país, también son costeados con nuestros impuestos; incluidas las dietas que cobran los consejeros, que en algunas comunidades autónomas suponen un salario sustancioso.
¿Qué educación es exactamente la que pueden trasmitir a sus alumnos este tipo de docentes? Por éstas y otras razones, al margen de algunos auténticos maestros que se distinguen en solitario, cada vez es más claro en dónde radica el verdadero problema de nuestro sistema educativo, que no está en los recortes sino en el profesorado. Es lo que pienso, sin acritud.
José Manuel Contreras Naranjo