No es la virtud la que habita en el punto medio tanto el amor como el odio, el bien y el mal, son realidades dramáticas y radicales- sino la verdad. Hasta donde sabemos, la verdad sobre el 11-M sigue estando tan lejos de las tesis del PP como de las del PSOE, de las de El País como de las de El Mundo. En el caso del gobierno Zapatero, además, se miente para ocultar la mentira. En el caso del PP de Rajoy, simplemente se actúa al dictado de Pedro J. Ramírez, el periodista que aspira a retirarse como presidente de la III República española, no es coña, lo ha dicho él.
Ramírez es un experto en la verosimilitud: declaraciones, contradicciones y omisiones que plantean muchas preguntas pero no ofrecen ninguna respuesta. Por su parte, El País es experto en denunciar las contradicciones de El Mundo sin ofrecer explicación alguna, como si el demérito ajeno se convirtiera en mérito propio. A los chicos de Polanco les importan un bledo las víctimas del 11-M: simplemente aprovecharon la tragedia para atacar al Gobierno popular y para decir que Acebes mentía. Y Acebes no mentía, simplemente se comportó como un mentecato obsesivo : para él, y para buena parte del Gobierno, en España la única que podía matar era ETA. Lo del PP no fue una mentira, sino una neurosis empecinada.
Respecto a Rubalcaba, arquetipo de la opción PSOE-PRISA, su respuesta a las declaraciones del impresentable Trashorras ha consistido en desprestigiar al testigo. Hace mal, porque los canallas son los mejores amigos de la verdad cuando le conviene. Por ejemplo : soy de los convencidos de que Arnaldo Otegui decía la verdad, cuando, en la mañana del 14 de marzo de 2004, aseguró que ETA no tenía nada que ver con los atentados del 11-M: ¿Por qué iba a mentir? Otegi es un miserable que se dedica a justificar los asesinatos etarras, no a negarlos. Trashorras puede mentir o decir la verdad según su conveniencia. Está claro que la investigación del 11-M tiene irregularidades, o al menos zonas de sombra, y Rubalcaba no miente cuando afirma que Pedro J. y Zaplana actúan sin pruebas, miente cuando afirma que esas zonas de sombra no existen.
De hecho, Rubalcaba, que continúa acusando al Gobierno Aznar de mentir, sí que miente y sí que mantuvo, como todo el socialismo español, una impostura siniestra cuando estableció, en la calle y con el famoseo como agente de proselitismo, que los atentados del 11-M fueron culpa de Aznar por meternos en la Guerra de Iraq. La verdad es que las tropas españolas no estuvieron en la guerra guerra injusta en mi opinión, pero esa es otra cuestión- sino en la postguerra. Los primeros españoles que llegaron a Iraq lo hicieron cuando la guerra ya había terminado y se trató de un barco cargado con agua mineral.
Por tanto, tenemos a la progresía de derechas, a El Mundo y a un sector del PP, empeñados en utilizar el 11-M para sembrar la duda sobre el PSOE. Oyendo algunas información de El Mundo o a Federico Jiménez en la COPE, uno diría que fue ZP quien preparó, con la connivencia de ETA, los explosivos y los colocó en los trenes. Y si Pedro José se empeña en conseguir las pruebas, no lo duden: las pruebas aparecerán.
Y no : no vale todo para echar cambiar al Gobierno. Ni vale utilizar el 11-M, que el PSOE no hizo pero aprovechó, ni vale decir que el PSOE estaba pringado en el 11-M para sacar a Zapatero de La Moncloa, como pretende Pedro José, que ya ha programado el próximo asalto : ¿qué sabía Zapatero sobre el 11-M? Probablemente Zapatero no sabía nada entonces ero lo sepa ahora.
La lógica, que no la información, obliga a pensar que en el 11-M intervino gente de mayor nivel que el PSOE de Ferraz o ETA. Todo apunta a que quien más interés podía tener en provocar la masacre vive en Marruecos, y que quien más interés tenía en mirar hacia otro lado, habita más al norte, probablemente en París. No digo que sea así porque no lo sé: sólo digo que es una opción lógica, mientras que las enrevesadas doctrinas de los profesionales del pánico no lo son. Lo lógico puede ser falso, ciertamente, pero la verdad siempre tiene su lógica.
Al final, lo peor es que estos profesionales del pánico, la progresía de derechas de Pedro J., Jiménez y Zaplana- y la progresía de izquierdas: Rubalcaba, Zapatero y la SER- han provocado la peor de las reacciones: el cainismo español. Es la Generación Manjón, una pobre mujer que aún hoy sigue empeñada en que a su hijo le mataron entre Aznar y Bush.
Sí, lo peor no es una clase política miserable que utiliza una masacre como arma arrojadiza ni unos periodistas ensoberbecidos empeñados en laminarse mutuamente. Lo peor es el Síndrome de Estocolmo que reina en España. En el resto de los países que han sufrido atentados islámicos, la ciudadanía ha cerrado filas con su Gobierno, al menos durante los meses posteriores, y ha apoyado la lucha contra el terrorismo aunque esta batalla se haya realizado de forma tan rematadamente desafortunada como la de los Estados Unidos. En España no : en España lo que importa no es acabar con los asesinos sino con el adversario político, llámese Zapatero o Rajoy. Y no sólo eso, los profesionales el pánico, de uno y otro bando, han logrado introducir el pensamiento perverso síndrome de Estocolmo, insisto- de que al terrorismo islámico no hay que provocarle, no vaya a ser que nos vuelva a golpear más duro. A esta actitud, Zapatero la llama Alianza de Civilizaciones. El Presidente del Gobierno ha asumido el Síndrome con tanto entusiasmo que incluso lo ha trasladado a ETA: ahora mismo, ZP dedica palabras más duras al PP que a Arnaldo Otegi.
La labor del los profesionales del miedo es sobresaliente. La única solución que nos queda es buscarnos otros partidos políticos y oros periódicos.
Eulogio López