Fue en Italia donde escuché el siguiente dicharacho : ¿En qué se diferencia un abogado de un buitre? Respuesta: el buitre es un pajarito de cuello largo y pico curvo, muy simpático.
Pues bien, para mí que el lecho de Juan Pablo II, en el Policlínico Gemelli, está rodeado de abogados. Abogados con conocimientos teológicos, por si fuera poco.
Insistimos: que no, que no son errores, sino de horrores. Veamos, el teólogo papal (muy importante el adjetivo, la progresía no para de repetirlo) Georges Cottier (por cierto, días atrás me equivoqué: es suizo francófono, pero no francés) insiste en su horror, esta vez en la Tribuna de Genève, el periódico más importante de Suiza: el preservativo es admisible en casos extremos. Si alguien piensa que exagero, puede comprobarlo personalmente.
De entrada, creo que el periódico se ha preocupado de editar la foto en la que Juan Pablo II sale más desfavorecido, aquella en la que aparece agonizante y con cara de haberse tomado una copa de más. No hacían falta palabras. El mensaje es elocuente: se acaba tu época muchacho; un nuevo amanecer, lleno de buen sentido, se acerca. Hasta tus próximos (por ejemplo un teólogo papal, definición que no quiere decir nada pero expresa mucho) se te revuelven, no ya en tu tumba, sino en tu agonía.
Cottier se reafirma en que la Iglesia permite el uso del preservativo en casos límite, pero, como siempre ocurre en estos casos, los casos extremos no son más que inicios. Entreabrir una puerta hacia más amplios horizontes.
Y todo esto es lo que el periódico denomina un discurso lleno de buen sentido que refleja el punto de vista de la inmensa mayoría de los fieles. También se habla de fisuras en el monolitismo antipreservativo. Así, el diario recuerda que los obispos franceses en 1996 y recientemente el secretario de la Conferencia Episcopal Española insistieron en el asunto, lo cual no es del todo cierto pero algo hay de verdad.
Cottier, naturalmente, se sitúa en el terreno de lo que está permitido hacer y no de lo que se debe hacer. Esta es la eterna táctica de la progresía, pero es igual: todos entendemos muy bien de qué va esto. Va de la muerte de un Papa y del nacimiento de una nueva era. Porque, no nos engañemos, ya no hay enfrentamiento entre izquierdas y derechas: lo que hay es una batalla feroz entre el Nuevo Orden Mundial (lo que aquí hemos dado en llamar progresía) y la Iglesia Católica. El Nuevo Orden quiere conquistar la Iglesia y cambiarla hasta que no la reconozca ni la madre que la parió, que diría un intelectual como Alfonso Guerra.
Se trata de imponer el Imperio de la Muerte y controlar la Iglesia desde dentro. Porque, insisto, también aquí, el campo de batalla es la Iglesia. No crean ustedes que las burlas y blasfemias hacia los cristianos del discurso cultural imperante es síntoma de desprecio. Por contra, es síntoma de miedo, verdadero pavor, hacia la ortodoxia evangélica. Para terminar con ella, el Nuevo Orden ha lanzado una campaña de desprestigio contra la Iglesia romana, e intenta, una y otra vez, apoderarse de ella. Para conseguir ese fin, utiliza una quinta columna, formada por dos tipos de personas: los enterados y los tontos útiles.
Por ejemplo, ¿alguien puede ser tan tonto como para creer que lo que la progresía clerical busca es que la Iglesia apruebe el uso del preservativo? Anda ya. De lo que se trata es de abrirse a nuevas experiencias, como la píldora anticonceptiva. No se trata de destruir la obra de Juan Pablo II sino de llegar más allá: la de Pablo VI y su Humanae Vitae, aquel texto clave en la historia moderna que vino a decir simplemente esto : la persona nace en la concepción y tiene derecho a vivir hasta su muerte natural.
Eulogio López