Larry King es el periodista norteamericano especializado en telediario de autor (o sea, como German Yanke en Telemadrid, sólo que en serio). Días atrás entrevistó al matrimonio Bush en la CNN, y no tuvo el menor pudor en hablar de religión ahora, en plena campaña electoral. Por ejemplo, King le recordó que su rival, John Kerry, le acusa de referirse a sus creencias religiosas en la campaña electoral, cuando él no iba a hacerlo (efectivamente, Kerry no emplea sus ideas, sino su ausencia de ideas y sus ganas de fastidiar: Por ejemplo, cuando acude a comulgar a pesar de que los obispos norteamericanos le han advertido reiteradamente que es un escándalo que un católico comulgue ante las cámaras y luego propugne el aborto).

 

Es igual. El caso es que George Bush no tuvo el menor problema en hablar de su oposición al "matrimonio" gay (o matrimonio, o gay), de la clonación como atentado a la dignidad de la persona, del aborto o de la educación. Y naturalmente, de sus creencias, para recalcar que él se las llevaba consigo al Legislativo, al Despacho Oval y a donde fuera, porque no acababa de entender cómo se pueden separar la fe del resto de su vida. O sea, lo de Chesterton, cuando recordaba que cuando uno entra en la redacción, en el Parlamento o en la cátedra, es conveniente dejar el sombrero en el perchero, pero no la cabeza.

 

Pues bien, la diferencia entre Estados Unidos (un país con grandes defectos) y España, o entre América, un continente joven, y Europa, un continente matusalénico, es ésta: Ningún periodista televisivo preguntaría por cuestiones tan poco intelectuales, y ningún político europeo respondería con una alusión a la coherencia, como George Bush.

 

No tengo ni idea de si en las elecciones de noviembre George Bush ganará o perderá. Lo que sé es que este presidente, el hombre más odiado del mundo en el momento presente, el hombre que concita más odios (melodramáticos la mayoría de ellos, ciertamente) en todo el planeta, el hombre que obsesiona a tres cuartas partes de la humanidad, cometió un gran error al comenzar la Guerra de Iraq, un error gravísimo. Pero también tiene muchos aciertos. Por de pronto, la coherencia.  

 

Eulogio López