Sr. Director.

 

El espectacular incremento de las ventas de automóviles en España hasta el pasado mes de marzo, merece algún comentario, aunque sólo sea porque las carreteras españolas producen veinticinco 11-M cada año (para el que no lo recuerde, 5.000 muertos y 100.000 heridos). Dicho de otra forma, por término medio cada quince días el balance de siniestros en las vías españolas es igual al saldo de la masacre islamista del 11 de marzo.

 

Cualquier observador con experiencia tiene constatado que tan pronto las ventas de automóviles flojean, algún portavoz del sector reclama una bajada de "la fiscalidad del automóvil". Dado que nos hallamos en una situación diametralmente opuesta (incrementos del 21% en el trimestre y del 28% en marzo), me permito opinar que debe subirse la fiscalidad del automóvil.

 

La coyuntura es ideal para tratar de acercar la contribución de la motorización al erario, a los costes reales que supone para el citado erario y la sociedad. Resumiendo mucho, dichos costes podrían agruparse en humanos (los accidentes), económicos clásicos (infraestructuras, policía, señalización) y ecológicos (ruidos, polución, ocupación de espacio público).

 

Pero, además, va siendo hora de que el reparto del fardo fiscal sea más equitativo. Equitativo entre empresas y particulares: La situación actual no sólo es injusta, sino que propicia fraudes de Ley como "coches kilómetro cero", "coches de empresas de alquiler", etc. Equitativo entre vehículos diesel y de gasolina: La ventaja fiscal del gasóleo entra en cuestión cuando el 64% de los coches matriculados funciona con este carburante. Y, por último, un reparto equitativo también entre automóviles de turismo y automóviles llamados Todo Terreno (TT): El enorme peso y volumen de los TT, cuyas ventas suben más deprisa que las del resto, hace que gravarles sólo con un IMC (Impuesto Municipal de Circulación) igual que a los turismos de la misma cilindrada constituya un agravio comparativo.

 

E.M. Prieto

 

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