Sr. Director:

Ahora que han pasado unos cuantos días y que por lo tanto el ruido mediático se ha apagado me permito hacer una reflexión crítica hacia la figura de D. Leopoldo Calvo Sotelo, como ex presidente de España.

Ante su fallecimiento se instaló una capilla ardiente, con crucifijo, velas y rosario en manos del difunto y todos quienes han valorado la figura han destacado sus principios y valores a lo que me lleva preguntarme ¿acaso no fue durante su corto mandato cuando la ley de reforma del código civil introdujo el divorcio en España? ¿Acaso no fue una ley precisamente proyectada por el también difunto Fernández Ordóñez? y, ambos, ¿no profesaban una inequívoca fe en el marco de la Iglesia católica? ¿Cómo es, por tanto, posible entender que este señor fue coherente y firme con sus principios si resulta que bajo su autoridad y mandato se introdujo en nuestro ordenamiento una de las más nefandas y nocivas leyes?

Nadie ha dicho nada y supongo que nadie dirá nada, pero bajo esa apariencia de persona seria, formal, coherente, etc. resulta que este señor que pudo al menos retrasar los efectos de tan devastadora norma, nada hizo, miró para otro lado, dejó de lado sus principios, su coherencia, sus ideales, su fe.

Tan sólo esperó que el Dios misericordioso en el que creía haya sabido perdonarle si es que él en algún momento supo en su inteligencia arrepentirse, pues no la tuvo siquiera para en vida así hacerlo y, más importante, haberlo dicho. No cabe duda que fue uno más de los políticos que tenemos. Esa clase de personas que manifiestan determinadas creencias en privado pero se avergüenzan de ellas en público.

Rafa Llorente

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