Asusta pensar que un personaje como Hillary Clinton llegue a convertirse en presidenta de los Estados Unidos, el ser humano más poderoso del Globo, y lo cierto es que las encuestas, por el momento, le otorgan la condición de favorita.
Sí, el grado de hipocresía de un político supera la temperatura a la que hierve el agua, pero uno supone que, si la conciencia no establece límites, los establecerá el estómago, y que si la incoherencia no los impone, lo hará el sentido del ridículo. Al parecer, con algunos personajes, con doña Hillary, ni eso.
La candidata por el Partido Demócrata norteamericano ha elaborado un vídeo promocional de su campaña en la que pretendía combinar dos cosas: la identificación de la madre Teresa de Calcuta con ella misma, al parecer auto-nominada heredera de la santa kosovar, mezclando la caritativa labor de la santa con el derecho al aborto que predica la candidata. En el mismo soporte propagandístico, oiga usted.
Precisamente Teresa de Calcuta, la religiosa de los moribundos, la misma que suplicaba a las mujeres tentadas de abortar que le dieran los niños a ella, que no los mataran. Una petición muy femenina, propia de quien concibe la vida como un servicio, y muy femenina, también, por su carácter práctico: ¿Dices que no puedes, o no quieres, criar a este niño? Yo lo haré por ti. Frente a la masculina e insufrible pedantería de la intelectual Hillary Clinton y sus derechos reproductivos, la humilde eficacia de las misioneras de la caridad: yo me hago cargo, yo protegeré al débil, los debates televisivos se los cedo a usted con mucho gusto.
Así que, con mucho tacto, las Misioneras de la Caridad le han respondido a doña Hillary Rodham que va a ser que no, que muchas gracias, pero que la imagen de su fundadora no la va a utilizar para su campaña presidencial.
Cuando el escándalo Lewinsky, del señor esposo, correligionario y socio, de doña Hillary, Bill Clinton, la prensa norteamericana explicaba de esta guisa su obsesión por la bragueta presidencial: "No nos interesa el morbo de una becaria tonta y un presidente lascivo. Nos preocupa el asunto porque consideramos que, a quien no sabe controlar su bragueta, no podemos entregarle el botón nuclear".
La pregunta actualizada es evidente: ¿Podemos entregarle el botón nuclear a una mujer que exhibe la incoherencia suprema y la caradura inmensa de utilizar a santa Teresa de Calcuta en un vídeo abortista de propaganda electoral, un vídeo que identifica a la santa de los pobres con la candidata presidencial? Siguiendo el razonamiento de los rotativos norteamericanos, pienso que no: podría considerar que hacer desaparecer Pekín, o Moscú, del mapa con una lluvia de misiles nucleares es un acto imprescindible para lograr la paz mundial.
Eulogio López