La verdad es que el año 2003 ha resultado muy positivo para Cepsa. Su beneficio consolidado neto fue de 612 millones de euros frente a los 461 millones del ejercicio 2002. De hecho, Cepsa ha visto cómo su valor en Bolsa se duplicaba durante los últimos seis años, periodo que engloba los tres años de crisis bursátil 2000-2003.

 

Además, Cepsa representa una buena inversión. Su "pay-out" es del 41% a pesar de elevar 26 céntimos la remuneración al accionista hasta los 0,95 euros por acción. Quizás, el punto más importante de toda la gestión de Cepsa es la explotación de los yacimientos de Ourhoud, en Argelia, que ha convertido a la compañía en exploradora y productora de crudo. Porque ésta es, precisamente, la cuestión: en el sector energético, tanto en el petrolífero como en el gasero, las ganancias están ahora en la extracción de combustible, no en el refino ni en la comercialización. Es más, la gestión ortodoxa del actual equipo directivo ha hecho que la plantilla de Cepsa, en contra de lo que está ocurriendo con las grandes industrias españolas, no sólo disminuye sino que aumenta. Así, en 1998 Cepsa contaba con 8250 trabajadores; hoy alcanza los 2300.

 

Cepsa necesita seguir siendo española, pero tiene un gran problema: la pelea entre el Santander Central Hispano (SCH) y la francesa Total por hacerse con el control. Ahora mismo, los franceses poseen un 45% por un 37% del SCH más Unión Fenosa. Queda como árbitro de la situación la empresa IPIC de Emiratos Árabes Unidos que poseen el 9,5%.

 

Es sabida la pelea eterna entre el SCH y Total. Pérez de Bricio ha expresado su esperanza de que ambos socios lleguen a un acuerdo antes de que decida el comité arbitral. Ahora bien, aunque esto no lo dice De Bricio, la sensación en el sector es que, al final, los franceses compraran a SCH siempre que estén dispuestos a pagar lo que Emilio Botín les reclama… que, por ahora, no lo están.

 

En definitiva, la única posibilidad de que Cepsa continuara en manos españolas, con todo lo que eso significa a la hora de invertir, es que se produjera una fusión, sea con Endesa, con Gas Natural e incluso con Iberdrola, y con el soporte financiero de socios que estuvieran dispuestos a mantener la españolidad de esta empresa estratégica. Pero no parece que el Gobierno esté por la labor.