Sr. Director:
He leído con interés el artículo El cáncer del divorcio. En líneas generales estoy de acuerdo en lo que ahí dice. Para mi está claro que la duración media de los matrimonios en una sociedad, es un buen indicador de la salud de dicha sociedad, tanto en lo social, como en lo moral. Y ello sin entrar en su condición de realmente indisoluble.

Sin embargo me parece como mínimo peligroso hacer ciertas valoraciones, que con todo mi respeto, me parecen exageradas e inexactas y por ello injustas. Y no me refiero al contexto norteamericano, cuyas estadísticas sinceramente desconozco, sino al español, que conozco un poco mejor.

Cuando usted afirma que el divorcio desprotege económicamente a madres e hijos, pero no cita a los a padres, y que entre una quinta y una tercera parte de las mujeres que se divorcian caen en la pobreza tras la ruptura, no se si se refiere a los Estados Unidos o a España, pero permítame que dude muy seriamente que tal circunstancia se produzca en nuestro país, donde por principio los tribunales tienden a dar la razón y la custodia a las mujeres en cualquier circunstancia y donde el hecho de ser varón significa la necesidad de tener que demostrar la propia inocencia ante cualquier acusación por parte de la mujer, por aberrante que sea.

Por otra parte las pensiones que los jueces imponen a los padres en caso de separaciones y divorcios y que se supone cubren el 50% de los costes derivados del mantenimiento de los hijos, superan en muchos casos el 100% de los costes reales. Y teniendo en cuenta que el padre sin custodia tiene que abandonar el domicilio familiar, lo que impone un nuevo domicilio y pagar dicha pensión de manutención, un sueldo medio se convierte de la noche a la mañana en insuficiente. No le digo nada si el domicilio familiar es propiedad del varón, porque si no obtiene la custodia ya no podrá disponer de él. Y tampoco quiero pensar en que alguien en tal situación deba pagar además una pensión a su esposa, porque ella no trabaje. Efectivamente el divorcio implica el empobrecimiento y en muchos casos a niveles muy graves, pero no de la mujer, sino del varón. Al menos en España.

Por otra parte y con la actual normativa y sus criterios de aplicación habituales, en España no son pocos los varones que ante una demanda de separación se ven obligados a responder con una demanda de divorcio, como única vía de protección legal efectiva ante una legislación asimétrica y desproporcionada. Situación esta que además, en algunos casos, crea serios problemas de conciencia. Por cierto que dicha circunstancia está recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica (2383).

Por todo ello, estimado D. Clemente, junto a la rigurosa defensa del matrimonio que debe ser hecha en un tiempo donde el hasta que la muerte nos separe tiende a ser sustituido por el hasta que me canse, tampoco hay que perder de vista los vicios y nefastas consecuencias de una legislación injusta, que junto a unos criterios de aplicación superficiales y muchas veces ideológicamente viciados, convierte en apestados a unos y en protegidas a ultranza a otras, por el mero hecho de pertenecer a uno u otro sexo. Cuidado por favor, porque es muy doloroso para muchas personas.

Rodrigo Díaz