Sr. Director:
Hay una España siniestra, oscura, manchada de sangre. La geografía de la muerte se extiende por ciudades, provincias y Comunidades Autónomas. Aquí y allá, a nuestro lado, cerca de nuestros hogares, pululan, como hongos letales, los campos de exterminio.
Son ciento veintiocho. En la Polonia ocupada, la muerte se llamaba Treblinka y Chelmno, Belzec y Majdanek, Sobibor y Auschwitz. En la España liberada la toponimia de la muerte es co-extensiva con la de nuestras ciudades: Barcelona, Valencia, Madrid, Oviedo, Málaga...
Pero cada campo tiene su nombre. Nombres cargados de ironía y de cinismo. Es la perversión del lenguaje, la tergiversación absoluta, el engaño hecho palabras: Clínica Ginecológica, Centro Médico, Centro Sanitario, Hospital Clínico y, apurando al máximo el sarcasmo, Hospital Materno Infantil.
¿Por qué no interviene la Academia de la Lengua? ¿Por qué no protesta ante el abuso del vocabulario? ¿Desde cuándo una clínica es para matar? ¿Desde cuándo a un verdugo se le llama médico? ¿Desde cuándo un acto sanitario es matar a un inocente? Llenar de mentiras las palabras es emponzoñar el mundo; pactar con la injusticia.
En esta lista macabra aparece blasfemamente mencionado el nombre de la Virgen: La Inmaculada, Nuestra Señora de Covadonga, Nuestra Señora de la Candelaria, Nuestra Señora de Aránzazu... A la ignominia de la muerte se une la blasfemia contra María.
Mejor sería denominar a estos lugares de otro modo : Abortorio Mengele, Matadero Infantil Stalin, Centro de Ejecuciones Pol Pott. Por desgracia, no faltan, en la historia reciente, abundantes merecedores de tan abyecto patronazgo.
Un día, ojalá fuese pronto, se instalarán placas conmemorativas a la puerta de esos campos y los visitantes podrán leer, con estremecimiento, frases como ésta: Aquí mataron a miles de niños.
La geografía de la muerte es la del egoísmo. La de la indiferencia. La del asco.
Guillermo Juan Morado
guillermojuan@msn.com