Terminaba ya el primer debate electoral y el candidato socialista, José Borrell, tenía ocasión de decir la última palabra, algo que le satisfizo íntimamente. No hizo como Jaime Mayor Oreja, sino que se volvió directamente a la cámara para pedir el voto para el PSOE. Y fue, entonces, cuando no pudo resistir la tentación de introducir el adjetivo más de moda: "Queremos una Europa laica". ¡Rediez!, una hora delante del televisor sin recompensa, pero, al final, salió: laica, que te quiero laica, Europa, vieja ramera (no, no la queremos ramera, es una vieja expresión popular).
Las palabras de Borrell no significan que haya una Europa de curas y monjas, que lo que hay es mucho "tocapelotas" que se niegan a entender lo que la progresía quiere decir. Lo que quiere decir… bueno, yo no lo tengo muy claro, pero parece apuntar a que no le gustan mucho las sensibilidades religiosas y que, puestos a elegir, preferiría quemar un convento a rezar en él.
Me encanta oírselo decir precisamente a Borrell, uno de esos tipos tan, tan laicos, que estaría dispuesto a ofrecer su vida por una ecuación de segundo grado, que es algo cálido, reconfortante y muy consolador.
Enfrente tenía al candidato popular Mayor Oreja, que se cuidó muy mucho de pronunciar la palabra laico, o aquello a lo que Borrell realmente aludía con ese eufemismo, por ejemplo, a la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
No, para su contrincante, Mayor Oreja, en la mejor línea tecnocrática del Partido Popular, los "principales problemas de Europa son la inmigración ilegal y el terrorismo".
Pues no, don Jaime, pues no. Los mayores problemas de Europa son aquellos que usted no se atreve a citar para que no le llamen carca. Los problemas de
1. El desprecio institucionalizado por la vida humana y, por tanto, por la dignidad de la persona: aborto, eutanasia, manipulación de embriones, clonación, eugenesia, etc.
2. La crisis familiar, que ha forjado una Europa desagregada y tristona, y con una fuerte tendencia hacia la degradación homosexual.
3. La desesperación, el fracaso de la logoterapia. Desde la implantación de la sociedad del bienestar, que curiosamente coincide con la invención de los contraceptivos, los europeos no consiguen darle un sentido a su vida. La depresión es el principal problema sanitario de los europeos actuales, según las estadísticas, la pandemia más extendida, esa que siempre se llamó desesperación. Cuando se habla de
4. El racismo y el egoísmo europeos. No, señor Oreja, el problema no son los inmigrantes ilegales, sino las fronteras cerradas de Europa precisamente a los únicos que pueden traer savia nueva (el europeo no aporta savia nueva porque se niega a tener hijos). Y el problema de la invasión ideológica de esas culturas no está en los emigrantes, sino en nosotros mismos: no tenemos ninguna idea, ninguna cultura que oponer al que viene de afuera.
5. El envejecimiento de la población. Europa es una sociedad vieja, de edad, de corazón y de mente.
6. Otro problema de Europa es que vivimos la era de la subcontratación y la especulación, los dos fenómenos que definen la economía europea. Con todo su despido libre, en Estados Unidos se valora mucho más la hora de trabajo que en España, y quien pide trabajo no está pidiendo limosna. En definitiva, se han reducido los salarios hasta convertir la creación de una familia en un verdadero lujo para las generaciones jóvenes. Por otra parte, tanto en Estados Unidos como en Europa, imperan los mercados financieros y la nueva fisiocracia. En otras palabras: se especulan con las empresas y con las viviendas.
7. En séptimo lugar, y sólo entonces, llega la violencia, no sólo la violencia terrorista, sino la violencia latente en las calles y en las casas. La violencia terrorista no es ni la más peligrosa de todas, sólo la que más alarma social causa en una sociedad para la que sólo existe aquello que magnifica la televisión.
Al final, ¿cuál es la crisis de Europa? Pues, una crisis de fe, naturalmente. A fin de cuentas, o se tiene una visión trascendente de la existencia, o realmente tiene poco sentido común cualquier proyecto de vida, individual o colectiva. Si Dios no existe, ¿para qué ser bueno? ¿En nombre de las ecuaciones de segundo grado, del credo de
Porque
Esta es
Eulogio López