Era la época en la que el entonces todopoderoso ministro de Economía del Felipismo, Carlos Solchaga, fusionaba bancos desde su despacho de Alcalá 9, el viejo caserón  de Hacienda, pegado a la Puerta del Sol. Y todos le hacían caso. Hasta que un día llegó Luis Valls, presidente del Banco Popular, y le advirtió:

 

- "El Popular no vale para diseñar el mapa bancario. Nosotros somos una caja ilustrada".

 

No sé si a las cajas de ahorros, ahora jugadores destacados del mercado global, les hará mucha gracia la comparación, pero lo cierto es que es una buena definición para el Banco Español de Crédito de ahora mismo, presidido por Ana Patricia Botín: una caja ilustrada.

 

El primer semestre de 2004 en Banesto no ha sido bueno. Tras la crisis, especialmente de los dos grandes bancos, SCH y BBVA, de los años 2002 y 2003, la banca española ha empezado a levantar cabeza. Por ejemplo, Banesto ha obtenido 399 millones de euros de beneficio antes de impuestos durante el primer semestre del año, un 15% más que durante el mismo periodo del ejercicio anterior. Oficialmente, Banesto es un proyecto basado en el cliente. En la práctica, en un banco caro, cuyas comisiones han crecido un 10,2% y representan un 45% de su margen de intermediación, un banco que apenas remunera los depósitos, un banco que controla los costes de explotación (sólo aumentan un 2,3% a pesar del aumento de oficinas y personal) y, sobre todo, un banco cuyos créditos hipotecarios crecen un 43%. Eso sí, el ROE asciende del 17,19 al 17,84, mientras la rentabilidad sobre activos baja del 0,87 al 0,85.

 

En resumen, una caja ilustrada, una gestión muy cajera, que fía a las hipotecas y a ciertos consumos cautivos (por ejemplo, las ventajas de su nueva tarjeta multiservicio firmada con Cepsa y el RACE) la capacidad de generación de fondos.

 

Ahora bien, ese no es el problema de Banesto. El problema de Banesto es de identidad. No puede desembarazarse de su etiqueta como marca filial del Santander Central Hispano. Más que una vocación, sus prácticas minoristas constituyen una obligación. Eso sí, está sirviendo de escuela a Ana Patricia Botín, forjada en la banca de inversión (donde fracasó) y que ahora está haciendo un curso acelerado de banca minorista.

 

Porque las alternativas son dos: vender Banesto a un gran banco norteamericano que quiere instalarse en España y hacer la sucesión en el Santander, o bien vender el SCH y que los Botín se queden con el resultado de Bankinter más Banesto, que son dos bancos muy fusionables.

 

La opción elegida dependerá de los sumarios judiciales a los que se enfrenta Botín y de que el cántabro consiga realizar su gran sueño, que ahora mismo es la absorción del San Paolo con la consiguiente creación del primer banco de la zona euro, con permiso del Deustche.