Decía Lenin que la revolución de los hambrientos acaba en la primera panadería. Aquí puede que no sea así, porque sube el trigo y al mundo Occidental se nos chamusca la permanente.
Ansia de libertad y democracia, decía Olioagua en otro blog ayer mismo. Canta el muecín y decenas de miles de manifestantes se arrodillan a rezar en dirección a La Meca. Y se lo acabo de escuchar a C. Vidal contando de la vez que él estuvo en Egipto, donde hay territorios donde la autoridad de facto son los islamistas.
El precio del trigo se ha disparado desde que estalló la crisis política en Egipto, el mayor importador del mundo de este cereal. La situación es complicada porque el pan es un alimento básico y subvencionado por el gobierno del país árabe, pero los precios del mercado podrían provocar una escasez que a su vez empeoraría las revueltas, convirtiéndose en un círculo de difícil solución.
Así lo estiman los analistas de Barclays, que han emitido un informe en el que señalan que si los precios de los alimentos continúan subiendo y el índice de miseria aumenta en Egipto, el régimen de Mubarak podría peligrar aún más.
Pedro Martínez