El capo de la Bolsa de Madrid, Antonio Zoido, siempre quiso eso : fusionarse con la Deutsche Börse, o mejor dicho, que la Bolsa española sea absorbida por la Bolsa alemana, quedándose él, por ejemplo, como vicepresidente de la gestora resultante. De hecho, ahora que Bolsas y Mercados Españoles (BME) recupera su precio de salida (tras un estreno de cotización más bien vergonzoso) es el momento de volver a negociar. Ahora bien, el asunto se está complicando. Los germanos no consiguen doblarle el pulso al timonel francés de Euronext que prefiere a Wall Street como compañero, rompiendo así la posibilidad de una bolsa paneuropea. Para los alemanes, el segundo objetivo será Londres, y los británicos siempre están dispuestos a vender si alguien está dispuesto a pagar su precio.
Por otra parte, el proyecto de algo más de media docena de bancos internacionales, capitaneados por el norteamericano Citigroup, de crear un mercado paralelo de compra-venta de activos financieros ha hecho temblar a todas las bolsas tradicionales.
Y en algo tiene razón Zoido, cuando alega que tanto la fusión Euronext-Wall Street como la Bolsa paralela tienden hacia el sistema norteamericano de contratación, basado en los creadores de mercado, no en la libre formación de precios por vía informática. Los norteamericanos dicen que su sistema conlleva menos comisiones, pero lo cierto es que cuando no son comprador y vendedor quienes pactan condiciones de forma directa, en cuanto existe un intermediario, el precio final se encarece. Este es el problema del proyecto de los bancos norteamericanos y europeos para crear una bolsa paralela: que los primeros quieren imponer el sistema Wall Street.