No hace falta ser ningún entendido en toros para percatarse de la diferencia entre José Tomás y el resto de diestros.

Tomás es auténtico, cuando el pitón del animal pasa, él se queda quieto, sin contorsiones. Por eso se juega la vida, por eso trasmite emoción, por eso ha resucitado la Fiesta, cuya definición se resume de forma muy simple: un hombre que se enfrenta a una fiera armado con un paño y fiado en su superior inteligencia.

Cuando uno contempla las artísticas posturas de sus colegas y las compara con Tomás, enseguida comprende la diferencia entre el diestro de Galapagar y todos los demás y la esencia del toreo. Se entiende que Tomás se juegue la vida. José Tomás es auténtico y lo de los otros, lo de la mayoría, es una impostura.

De paso, con Tomás hemos descubierto que el problema no está en el toro, sino en el torero. Nos han tenido engañados durante un cuarto de siglo.

Y por cierto: Tomás es un buen ejemplo de lo extraña que resulta hoy la autenticidad, que no es más que llevar una vida natural. Tan extraño que, hoy, lo auténtico, es lo que resulta extraño, artificial. ¡Que tiene bemoles la copla!

Eulogio López

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