Es muy común en la actualidad, oír hablar de la adolescencia, como una etapa de la vida en la que el hombre y la mujer disponen a su antojo de sus actos, sin responsabilidad, justamente porque son adolecentes y por lo tanto adolecen... Los adultos, ingenua o cómodamente, pensamos que todos pasamos ese periodo y no dejó rastros.

Sr. Director:

Sin embargo estamos viendo día a día, cómo esa etapa que debe ser de formación y preparación a un futuro útil a la familia, a la sociedad y al país, es corrompido por intereses perversos o cuando menos erróneos, que tienen como fin la destrucción del hombre, degradándolo a una condición tal donde lo único que prime sea el placer, obtenido ya sea en el dinero, en el sexo, en la droga, en el alcohol, en la violencia.

Hoy, ante la rapidez de las comunicaciones, de los avances extraordinarios de la tecnología, el niño y la niña, desde muy temprana edad, comienzan a percibir los síntomas de aquello que llamábamos la edad del pavo, pero que ahora con el uso indiscriminado de la TV, el mp3, el móvil, etc. lo colocan en una situación de indefensión a la que sólo puede responder con rebeldía e inconformismo, al tiempo que no puede medir el valor de su libertad, de su dignidad de persona, ni de su futuro

Por eso, junto a este triste adelanto de la adolescencia, se suma su prolongación hasta limites desconcertantes, justamente porque la madurez del hombre se debió basar en aquella adolescencia bien vivida, donde el amor, el estudio, la amistad, los valores morales y espirituales, lo marcarían para siempre.

Desgraciadamente no está pasando esto, ya que en algunos casos los padres, en otros los poderes públicos, en muchos son utilizados por organizaciones con fines lucrativos y en todos por la misma sociedad hedonista, estamos permitiendo que cada vez más personas vivan en una adolescencia perpetua.

Jesús D Mez Madrid

je.do.madrid@gmail.com