El tema iconográfico de la natividad es uno de los más representados en la historia del arte. La fuerza de la representación de la virgen con el niño en brazos o recostado en un pesebre, ha inspirado a artistas de todas las épocas.
Las más antiguas representaciones las encontramos en las catacumbas de Priscila en Roma, solo aparece la virgen con el niño en brazos, luego se van añadiendo personajes, san José, los ángeles, el pesebre, la mula, el buey, los pastores, los reyes magos, los artistas interpretan los evangelios y otros textos patrísticos y van recreando lo que ellos entienden debió pasar.
De modo hierático en el medievo, con la gracia y la delicadeza del renacimiento o con la fuerza y la teatralidad del barroco, el tema de la natividad es uno de los más bellos de la historia del arte.
En Greccio, en 1223, san francisco "montó" con una imagen de la virgen, un san José y un niño Jesús, una mula y un buey vivos, la primera representación de la natividad como la vemos hoy en el Belén. Representación, que si bien tuvo mucho éxito, y se fueron añadiendo personajes evangélicos, no saldría en mucho tiempo de los recintos sagrados.
Será en el barroco cuando salgan, primero a cámaras reales y aristocráticas, luego a casas burguesas, y por último al pueblo convertido en arte popular.
El primitivo portal se convierte en una historia del tiempo litúrgico de la navidad. Es entonces cuando alcanza esa riqueza de personajes, hechos con materiales baratos (arcillas, maderas, corchos, telas) que lo hacen muy asequibles.
Los pasajes evangélicos se mezclan con los apócrifos y las costumbres del lugar y lo que comenzó siendo una devoción se convirtió, además, en arte popular. Esto no le perjudicó, al contrario, lo arraigó en el modo de vivir la navidad, todo el mundo quiere estar en el belén… los burgueses añaden sus tiendas, los campesinos sus eras y molinos, los nobles, los reyes y sus cortejos fastuosos etc.
Es por lo tanto una obviedad que no todos los personajes de nuestros belenes estuvieron en ese momento trascendente en que todo un dios se encarna en la sonrisa de un niño.
Ángela Díaz