Me sorprende Juan Quintás, el presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) que, en vísperas de su jubilación, ha salido en defensa de Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid y ha acusado a la presidenta madrileña Esperanza Aguirre -aquí todos somos presidentes- de intervencionismo.

De esta forma, don Juan respalda a don Miguel que aún repite aquello de que a él no le echa ningún político. Y esto es bello e instructivo, porque en efecto, se resiste a que le eche un político pero no se resistió a que le nombrara un político -José María Aznar-. Es más, no recuerdo a don Juan Quintás cuando 12 años atrás, el PP le segó la hierba bajo las pies a Jaime Terceiro, criticar al ex presidente del Gobierno por intervencionista ni a Gallardón, entonces presidente madrileño, entidad tutelante de Caja Madrid, dando un puñetazo sobre la mesa y exigiendo un gestor profesional, cualquiera menos Miguel Blesa, que jamás había trabajado en banca y que sólo disponía de unos años como vocal del Consejo de Administración.

Y ya puestos, tampoco recuerdo al propio interesado, Miguel Blesa, rechazando el nombramiento como fruto del intervencionismo político que llevaba a un asesor fiscal a la Presidencia de la quinta entidad financiera de España. Mire usted: si el sistema de elección de órganos en las cajas de ahorros no gusta, cámbiese, pero lo que no vale es clamar contra el intervencionismo político cuando el político de la intervención te quiere quitar el puesto que otro político intervencionista te otorgó. Porque da la impresión de que el único intervencionismo que no acepta Blesa, apoyado por un Quintás en su crepúsculo profesional, es el intervencionismo político en su generoso salario.

No, Esperanza Aguirre no es santo de mi devoción pero, en esta ocasión, tiene toda la razón. Ha hecho una ley, la ha probado en una Asamblea que controla y la ley debe ser obedecida. Lo que Quintás llama intervencionismo no es más que la aplicación de un texto aprobado en un Parlamento (y conste que el tal texto no me agrada).

Y mientras el señor Blesa, apoyado por Juan Quintás, que esperemos no termine de consejero en Cibeles, lucha por mantener el susodicho salario, el alcalde de Madrid, inefable Alberto Ruiz Gallardón, ajusta cuentas con Esperanza Aguirre -siempre he dicho que el Partido Popular no necesita oposición, se auto-opone él solito, en perpetua guerra civil- está situando a Caja Madrid en un punto de no retorno... hacia el abismo. Y es que los bancos son los únicos barcos que hacen agua por su parte superior, por el mástil y Caja Madrid se encuentra paralizado justamente ahí, en la cabeza. Claro que eso al señor Gallardón le importa un pimiento.

Eulogio López

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