Lo cuenta PR Noticias, el diario que dirige mi buen amigo Pedro Aparicio: los señores de la prensa (Polanco, Luca de Tena, Pedro J. Ramírez, Lara) están pensando en cobrar por sus ediciones en Internet, siguiendo el ejemplo del inefable Rupert Murdoch (a ver si ha sido idea de su asesor, Aznar).

Es lógico. Los pobres tipos ven como Internet no sólo les ha quitado los lectores de prensa sino que encima les está robando un tesoro mucho más apreciado: la influencia. Cada vez que Juan Luis Cebrián brama contra las patrañas de Internet más se hunde El País y acaba fusionando la redacción del diario con el digital, como si eso solucionara algo.

Pero Internet es una maravilla de libertad, a la WWW no le gustan las multinacionales, las grandes estructuras: Internet es territorio Pyme, o sea, una atmósfera adecuada para los confidenciales tipo PR o Hispanidad, que tanto encabronan a los Señores de la Prensa, a los del oligopolio.

Pero a lo que estamos, Manuela, que se nos va la tarde. Pretende el oligopolio cambiar la fórmula de Internet, que se información por publicidad. Ellos no, ellos quieren dar la información gratis y cobrar por la opinión: editoriales artículos y reportajes. Ya se ha intentado otra vez y ha fracasado pero si el hombre es el único animal que tropieza dos veces en una la misma piedra, el rico lo hacer tres. Y los editores son gente rica y poderosa.

Gratis las noticias, porque no hay manera de parar el flujo informativo por Internet y cobrar por los análisis por la interpretación de la realidad. Es curioso, se supone que debería ser al revés, se supone que la gente -dicen los viejos periodistas, tan amantes del tópico- esta harta de escuchar opiniones -término muy desprestigiado- y lo que quiere es información, que ellos ya saben pensar por sí mismos.

Sin embargo, a la hora de cobrar, mejor cobrar la malhadada opinión. ¿Por qué? Pues por aquello mismo que el oligopolio de la prensa lleva negando desde hace 100 años para mantenerse en la respetabilidad: que la objetividad ha muerto, que Internet no es un salto tecnológico sino semántico y dialéctico. Que leer en papel o leer en pantalla es una cuestión de costumbre y de cambios en la capacidad de concentración del lector. Nada más. Lo que debe cambiar es el lenguaje. El lenguaje periodístico, objetivista, chirría en la red, porque Internet es conversación, es coloquialidad, es libertad y sinceridad. ¿Que está lleno de basura? Claro, los frutos de la libertad son esos: la excelencia y la miseria.

En definitiva, los jerarcas de la prensa han aireado la objetividad como la máxima del periodismo, cuando lo cierto es que la objetividad no es más que la hipocresía del periodismo del siglo XX. La prensa no morirá por Internet, morirá por un lenguaje hipócrita que, bajo la máscara de ser notarios de la actualidad, han convertido al lector en consumidor y le dejan lleno de datos y ayuno de comprensión, sin enterarse de lo que realmente está pasando. Los nuevos medios digitales intentamos explicar -no siempre con éxito, sin duda- lo que está pasando, y eso exige cierto grado de compromiso, no con la realidad, sino con la verdad. Exige lo que el viejo aforismo: en los huevos con chorizo, la gallina se solidariza pero el cerdo se compromete. Ocurre que los sesentones que rigen el periodismo tradicional, el que aún detenta el poder, pero no la influencia, no pretendía compromiso moral o informativo alguno no querían cambiar el mundo, sólo explotarlo.

Internet no es una nueva frontera tecnológica, al menos no sólo es eso: Internet es conversación. Lo de los megas es la envoltura pero la esencia consiste en que exige un cambio de lenguaje y de actitud, y esos dos aspectos sí que resultan revolucionarios. Olvidemos la objetividad y volvamos al periodismo comprometido. De entrada, comprometido con el lector.

¿Es que hasta ahora no ha existido esa involucración del periodista con el mensaje? No, lo que ha habido es un juramento de fidelidad del asalariado con quien le paga. Internet exige, porque es conversación, que el periodista se identifique con el mensaje y, sobre todo, jure fidelidad al lector, al receptor, que es al único al que debió jurársela.

¿Y respecto a la TV? Es verdad que la TV todavía chapotea en el periodismo objetivista, es decir en la hipocresía. No se preocupen, en cuanto se repite el fenómeno del lenguaje escrito, es decir, en cuanto cualquier periodista pueda jugar a ser Polanco (Una página WEB se lanza por dos duros), y hacer televisión digital sea tan sencillo como hacer prensa digital a la tele le llegará su reválida: estallará el oligopolio de los multimedia y las grandes canales quebrarán como han quebrado -otra cosa es que sean cadáveres vivientes sostenidos por políticos y banqueros) la prensa papel.

Murdoch va a empezar a cobrar por los contenidos. Pues apunten esto: el gran hombre se va a pegar un leñazo.

Llega un momento en que la gente, hasta los viejos, van a dejar de reclamar objetividad al periodista y le pedirán ecuanimidad, dejarán de reclamar imparcialidad para exigirle honradez, y ya no bramarán contra la subjetividad sino contra el sectarismo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com