Si no aborta, es que no está liberada. En Washington, su alma gemela, el inefable Obama considera que el progreso científico depende de los embriones humanos masacrados. Y todo ello a pesar de que tanto en Washington como en Madrid, como en Kula Lumpur, ya se saben dos cosas: que una mujer abortada es una mujer amargada y que las células madre embrionarias no curan ni una congestión, y que las células madre adultas sí curan y, además, tienen la misma capacidad que las embrionarias sin necesidad de matar a nadie.
Todo ello recuerda el famoso discurso de otros injustos entre las naciones, verdaderos enemigos de la humanidad, inefable ex presidente Bill Clinton, cuya fundación busca dinero para escolarizar a las niñas del Tercer Mundo, un loable propósito que dejaba de serlo cuando aducía la razón principal para ellos: ¿aumentar la cultura de las niñas y, por tanto, sus posibilidades en el mercado laboral del respeto? ¿Aumentar el respeto por sí mismas y por los demás y su resistencia a ser utilizadas como objetivo sexual? ¿Formar mujeres capaces de amar y vivir existencias felices, plenas? No, de lo que se trataba es de retrasar la edad del matrimonio y, de esta forma, que tuvieran menos hijos.
¿O sea, que se trataba de eso, de reducir el número de ser humanos sobre el planeta? ¡Pues dígalo, buen hombre, dígalo!
ZP, Obama y Bill Clinton: injustos entre las naciones, enemigos del género humano.
Eulogio López
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