No lo duden: la noticia económica más sintomática -e incluso me atrevería a decir sistémica- de la jornada es la que de que el Estado de Masachusetts (si quieren escribirlo con más ‘eses' allá ustedes) va a demandar a Merrill Lynch por invertir las finanzas de la ciudad de Springfield -tranquilos: los Simpson no han resultado afectados- no en hipotecas ‘subprimes' sino -el distingo es clave- en productos derivados de hipotecas basura, que eso sí son productos financieros basurillas. Repitamos todos: la crisis de crédito actual, que ha dado lugar a una crisis de confianza generalizada, que está dando lugar a una crisis económica global, no ha nacido porque la banca al por menor norteamericana haya concedido préstamos hipotecarios sin las debidas garantías, sino porque, sobre esos productos, los bancos de inversión -los Merrill Lynch de turno- así como los bancos universales de grandes dimensiones -el Citi de turno- han montado una burbuja especulativa de bonos basura que tenían como garantía esas hipotecas ‘subprime'.

Todos estos productos basura suben mientras la bolsa marcha bien, pero se desploman cunado la bolsa se contrae. Son productos especulativos, que cuando las bolsas suben hace millonarios a los tiburones y cuando la bolsa baja le quitan el sueño a millones de familias afectadas.

Otra cuestión es saber qué hacía la ciudad de Springfield invirtiendo a través de Merrill Lynch en bonos basura. ¿Es así como cuidan el dinero de todos?

El caso de Springfield es muy significativo. Es como si la especulación financiera, de los ‘mercados-casino' se hubieran convertido, no en algo propio de intermediarios de corte más o menos mafiosos, sino sencillamente de todos. Es curioso que ahora sean las cajas de ahorros -entidades mutuales sin ánimo de lucro- las que se dediquen a jugar al casino, financiando actividades de capital-riesgo, deuda estructurada, titulizaciones arriesgadas y, en resumen, especulando con el dinero de sus depositantes.

En definitiva, el virus especulativo ha afectado con igual fuerza destructiva a prestamistas y prestatarios, incluidas entidades sin ánimo de lucro. Como para echarse a temblar.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com