Cuando se van oyendo, cada vez más altas, las voces de algunos jueces valientes que se atreven a publicar verdades, provocando la reacción de los que viven de nuestra desdicha, es importante que el debate no se concentre sólo en sus choques ideológicos y técnicos.
Porque nuestro problema es, antes que otra cosa, humanitario. Miles de personas nos hemos visto injustamente separados de la vida de nuestros hijos y nietos, empujados a la miseria e invitados al suicidio. No hace falta filosofar sobre ese crimen de Estado. Sólo hay que mostrarlo ante una sociedad distraída.
Las víctimas tenemos que superar nuestro abatimiento y estar a la altura de las circunstancias. Seguir callados nos convierte en cómplices de nuestros propios verdugos. Tenemos que aprovechar todas las circunstancias para que se conozca nuestra situación.
Podéis reenviar esta nota y el reportaje para ver si se animan otros papás a salir de la madriguera.
Por nuestros hijos y nietos, por nuestra dignidad.