La una se llama Ana Pastor, es ministra de Sanidad y se está trabajando la futura Vicepresidencia en el Gobierno de Mariano Rajoy. Incluso ha lanzado un libro sobre su gestión, en la que podría decirse algo parecido a la del equipo económico de Aznar: ha sido muy eficaz y tremendamente injusta. Ana Pastor ha sabido aplicar una seria política de contención del gasto sanitario, e incluso del gasto farmacéutico. No ha descuidado la medicina preventiva. Es una gestora eficaz, al igual que gestionó bien las cuentas de RTVE, por decir algo.

Y también ha sido tremendamente eficaz a la hora de resolver el pavoroso problema de los embriones sobrantes de la fecundación 'in vitro'. Ha decidido matar a los embriones, que no deja de ser una forma de solucionar el problema. Una forma homicida, ciertamente, pero nadie podrá negar la solución. Pura eficiencia. 

Pastor ha sido capaz de engañar a la Iglesia asegurándoles que en la reforma de la Ley de Fecundación Asistida no se produciría más embriones sobrantes. Ha jugado con las palabras, con los conceptos y con las imágenes, ha estafado hasta a las organizaciones provida y a algunos de los principales científicos defensores de la identidad del genoma humano (ya saben, donde hay genoma humano hay ser humano, por muy pequeño que este sea), y ha conseguido descolocar y silenciar a aquellos que recuerdan lo evidente: que con células madre adultas, sin matar a nadie, puede hacerse lo mismo (por el momento, puede hacer mucho más porque son las únicas que han logrado éxitos terapéuticos) que destrozando embriones. Y todo eso ha logrado Ana Pastor... además, peor, ha conseguido que la ley saliera adelante sin más oposición que la de tres diputados (dos del PP y uno de CiU).

Y mientras tramitaba una de las leyes más espantosas que haya producido la democracia española, ya tenía previsto quién se iba a encargar del banco de embriones que se propone trocear, y aún tenía tiempo para presentarse como fiel hija de la Iglesia acudiendo a una beatificación en Roma y ordenando a las cámaras de la televisión pública que le rodaran besando la mano de Su Santidad. Y estoy convencido de que Ana Pastor no lo hacía por hipocresía. Simplemente, doña Ana es hija de la esquizofrenia del centro reformismo actual, capaz de considerarse cristiana y, al mismo tiempo, contradecir frontalmente toda la doctrina de la Iglesia, sin mover un párpado. Es más, el bizantinismo moderno radica justamente ahí: en los esfuerzos, auténtico funambulismo intelectual, que realizan algunos para conciliar su actuación pública con su fe católica, unos esfuerzos que constituyen prodigios del sofisma, verdaderas entelequias no aptas para los amantes de la sencillez expositiva. Todo con un objetivo: que el Partido Popular continúe en el poder.

Tanto ha engañado a tantos doña Ana Pastor, que llegó a estafar hasta a los diarios más serios. Pastor consiguió que los periódicos defensores de la vida (bueno, como tal no existe ninguno, pero alguno, al menos, lo intenta) como los partidarios de la cultura de la muerte, dieran su aprobación a la ley, aunque todos ellos lo hicieran con esa maravilloso filosofía de la España actual, llamada el triunfo del mal menor.

Y el engaño continúa. Ana Pastor se presentó como representante del Partido Popular durante el Congreso de la Federación de Familias Numerosas, celebrado en Santiago de Compostela, el pasado fin de semana 21 y 22 de febrero. Y nadie le abroncó, e incluso se postuló como representante de un partido defensor de la familia, justo cuando su valedor y jefe de filas anunciaba que el PP iba a legalizar el matrimonio homosexual.

Ana Pastor: he aquí una mujer eficiente. Llegará lejos. 

Enfrente nos encontramos con Victoria Andía, bióloga. Encabeza la candidatura del partido político Familia y Vida al Senado por la circunscripción de Madrid. Está esperando su octavo hijo, y compagina su actividad política con la pedagógica y con el pequeño detalle de educar a la prole. No tiene mando en plaza en Televisión Española, pero Telemadrid no deja de invitarla a sus programas más soeces y escabrosos (que no son todos, en contra de lo que pudiera pensarse) para enfrentarle a homosexuales, lesbianas, progres y chiflados en general.

El hecho de que se presente por Familia y Vida ha resultado poco eficaz para su carrera profesional, e incluso para los ambientes que presuntamente deberían apoyarle. Digamos que no huele bien, esa decisión, un punto atrabiliaria, de presentarse por un partido, que, seguramente, tardará años en alcanzar el poder.

El pasado martes, durante la presentación del partido Familia y Vida en Madrid, Victoria Andía explicó que los científicos saben poco del embrión, pero que cuanto más saben, más comprenden que donde hay genoma humano hay un ser humano. Habló de los abortos que conlleva la FIV y de las barbaridades a las que nos enfrentamos ante determinados experimentos científicos. Está haciendo su tesis doctoral sobre la adopción prenatal de embriones. Victoria Andía no recibe muchos parabienes entre sus próximos, en parte porque su sola presencia, y su opción tanto política como ética y científica, produce un cierto reconcomio interior. Digamos que su simple presencia interpela a una conciencia que dormitaba tranquila por las esquinas. El premio de esta mujer será la satisfacción de haber actuado justamente, pero no podrá presumir de eficiencia, al menos durante un lapso de tiempo no despreciable.

Ana Pastor es eficiente e injusta. Victoria Andía resulta mucho menos eficaz, pero bastante más justa. A fin de cuentas, es la batalla por el ser humano más débil. Y, además, Victoria Andía es más guapa, aunque ésta sea una manifestación subjetiva, personal y lo que es mucho peor: sexista.

Lo ideal sería unir eficacia y justicia, pero, si ello no es posible, supongo que habrá que optar por la justicia.

Eulogio López