Unos cuantos alcaldes del Partido Popular, -además del alcalde socialista de La Coruña, Francisco Vázquez- han tenido el coraje de manifestarse contra la mamarrachada del llamado matrimonio homosexual, alegando objeción de conciencia. La respuesta del Gobierno Zapatero era la esperada: el ministro de Justicia, López Aguilar y la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, manifestaron lo esperado : se trata de una ley democrática y, por tanto, hay que cumplirla por narices. Lo otro no es democrático, atente o no contra la justicia.

No es de extrañar. Miren ustedes, la única opción posible que existe hoy para cada persona y para toda la sociedad es entre moral y burocracia. Moral es lo que llamamos valores (¡qué tiempos aquellos, cuando a los valores los llamábamos principios o virtudes!) y burocracia es lo que ahora llamamos Estado de derecho.

Pero lo más llamativo no ha sido la reacción el Gobierno Zapatero, sino de su propio partido, que les ha dejado más tirados que a una colilla.

Mariano Rajoy, en un acceso de centro reformismo, les ha pedido que no se rebelen contra la norma. La conciencia puede esperar, pero la legalidad no. A primeras horas de la mañana del pasado martes, un grupo de alcaldes del PP (Ávila, Valladolid, León, Pamplona, etc.), gente que había tenido la osadía de arriesgar cargo y hacienda para ser coherentes con los dictados de su conciencia, se encontraron con que su partido les había dejado tirados. Su propio jefe de filas les exige colaboren con el mayor ataque que haya sufrido la civilización actual. No exagero, si se generalizara la homosexualidad la raza humana desaparecerá de la faz de la tierra, y esto no es una proposición moral sino científica, es decir, un hecho. Y también conviene considerar otro pequeño detalle: la homosexualidad es una grandísima cochinada (este argumento no es científico).

Hay muchos cristianos en el PP, cargos y católicos, que llevan años esperando, primero de José María Aznar, luego de Mariano Rajoy, un pelín de coherencia con sus ideas. Es más, se enquistan aún más en la incongruencia. Sin ir más lejos, Josep Piqué, el pepero más progresista al este del río Ebro, se ha puesto a la cabeza de la manifestación para condenar a un alcalde que ha expresado su opinión, ciertamente con palabras duras, sobre la situación. Pues bueno es Josep, otro convertible de lujo.

Pero desengáñense: a algunos nunca les llega el momento. No, el PP es irrecuperable, hay que romperlo. Lo ideal sería que los cristinos del PP se fueran del partido y crearan otra formación, inspirada en los principios cristianos, que son los principios europeos, que son los principios democráticos. Porque si Rajoy reacciona así en la oposición, cuando la libertad es mayor, imagínense lo que haría una vez en el Gobierno : impondría el matrimonio gay obligatorio y condenaría la heterosexualidad por antidemocrática.

Hay que romper el PP, hay que romper el nacionalismo catalán de CiU, especialmente por la vía democristiana. Y esa ruptura debe servir como base para una alianza con una serie de partidos extraparlamentarios pero que recogen el descontento de los católicos: Familia y Vida, Partido Social Europeo, los tradicionalistas, etc. Y algunos movimientos de corte social-político, como el creado por Josep Miró i Ardevol, además de los movimientos en defensa de la familia, de la vida y de la recuperación de un mínimo de justicia social.

Reparen en la importancia que el PSOE otorga a la ley del matrimonio gay. Por ella es capaz de cargarse la democracia, porque violentar las conciencias es cargarse la democracia. En verdad, Zapatero está creando el nuevo Movimiento Nacinal Progresista. El que no acepte el matrimonio gay, está excluido del mismo. Es el momento, pues, de reaccionar.

Hoy miércoles, por ejemplo, ese insigne hombre del Sistema que es Julián Salgado, conductor del programa matinal de Radio Nacional de España, comenzaba su pregón en el tono radicalmente objetivo de la casa: Se diluye la campaña contra le matrimonio gay tras las palabras de Mariano Rajoy... sólo la Iglesia continúa hurgando en la polémica... algunos lo hacen con declaraciones tan desafortunadas como monseñor Carles (arzobispo emérito de Barcelona)... quien ha comparado una ley aprobada por un Parlamento democrático con el Régimen nazi.

Verán: lo único que dijo monseñor Carles, y yo suscribo con entusiasmo, es que si la ley es más importante que la conciencia, las leyes nazis que impulsaron el Holocausto también deberían ser cumplidas, porque la objeción de conciencia no cabía.

Salgado, que como buen propagandista es un poco iletrado, no sabía que su comparación era inexacta: en verdad, Hitler llegó al poder por métodos democráticos, y su régimen se asentó, hasta que no le fue útil y se quitó la careta, en una mayoría parlamentaria. Los ejemplos son tantos que no merece la pena repetirlos: el fundamentalismo islámico llegó al poder en Turquía por métodos democráticos, ganando limpiamente unas elecciones, mientras el régimen de semilibertad de que ahora disfrutan en el país que se integrará en la Unión Europa surgió... de un golpe de Estado militar. O sea, moral contra burocracia.

Por cierto, no sólo casan los alcaldes, sino también los jueces. Y estos tienen mucho más fácil la rebelión. Basta con que uno de ellos plantee una objeción de ilegalidad, es decir, que acuda al Tribunal Constitucional para impugnar el matrimonio gay.

Y ojo, porque el Tribunal Constitucional, ese desastre ubicado en la cúspide de la pirámide jurídica española, ya cuenta con precedentes en la materia. Hasta por dos veces ha defendido la objeción de conciencia, una de ellas otorgando razón a una guardia civil que se negó a desfilar delante de una imagen de la Virgen. Les aconsejo que lean la entrevista con Rafael Navarro-Valls, experto en la materia, publicada en www.zenit.org

En cualquier caso, ganen o pierdan, es vital que los jueces se nieguen a casar a homosexuales. Porque si nos tragamos esta, nos habremos tragado todas.

Eulogio López