Sin duda alguna, Ruiz Gallardón, que en su respuesta a la aviesa pregunta de la diputada Ángeles Álvarez evitó de manera ostensible toda improvisación, sabía que iba a provocar en la izquierda una conmoción sin precedentes en la Cámara al afirmar que su propósito era ir más allá de la regulación socialista de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer contenida en la ley del aborto.
Se refería, obviamente, al derecho a la maternidad, ignorado por el Gobierno de Zapatero y que hoy reclaman las mujeres como la muestra más auténtica de su liberación sexual: ser ellas mismas, sin cambio de naturaleza.
En realidad, pudiera parecer que las discrepancias ideológicas del PSOE y el PP en esta materia son tan solo de matiz, pero son de mucho más calado. Todo lo que signifique proteger la maternidad y, por ende, la vida del feto, supone una ruptura del relativismo moral al que se ha acomodado buena parte de la sociedad. Que la mujer recupere el sentido sagrado de la vida engendrada en su seno rompe, efectivamente, todos los esquemas de la ideología de género que aspira a cortar todos los vínculos con la cultura que ha hecho posible la civilización occidental. Y cuando el PSOE apunta al sector de la "derecha más ultra" de la sociedad para vaciar de contenido las críticas al aborto, lo que trata es, precisamente, de ridiculizar a los defensores de la dignidad humana en la medida que se resisten a su adoctrinamiento ideológico.
En suma, el PP tiene en sus manos el mejor argumento para descubrir las trampas socialistas: dignificar la maternidad y dejar el aborto como un fracaso de la humanidad como lo es la eutanasia, el suicidio o la violencia de género, las lacras más visibles de la postmodernidad.
Jesús Domingo Martínez