Toda guerra es execrable, aunque alguna -en su motivación- pueda considerarse justa o necesaria.

Sr. Director:

No obstante, en todas pueden verse  muestras de humanidad; testigos de excepción me han contado que en algún caserío perdido en la montaña de Castellón, contendientes de los dos bandos en nuestra guerra civil confraternizaban los días de Navidad, compartiendo las muchas o pocas viandas de que disponían.

En estos días, el conflicto entre Israel y Palestina también nos ha dejado algún corto alto el fuego por motivos humanitarios. Sin embargo, hay una guerra en la que, además de la desigualdad de fuerzas, de la alevosía y  abuso de confianza, nunca se dan treguas: hablo del aborto.

Hay gente en contra de las corridas de toros porque se hace sufrir al animal, pero no tienen opinión sobre el aborto; ¿es que el bebé que va a ser abortado no sufre?; he visto imágenes de niños a punto de ser abortados, con claras muestras de terror ante los instrumentos que irrumpen en su terreno sagrado.

Por lo demás, los toros, al menos, cuentan con cuernos para defenderse; en el aborto, los cuernos -y bien puestos- los tienen los políticos y los matarifes.

Amparo Tos Boix

sanchotos@telefonica.net