Coincidiendo con el 60 aniversario del clásico japonés Godzilla, de Ishiro Honda, se estrena esta nueva revisión sobre el denominado "Rey de los Monstruos" que no aporta nada nuevo ni interesante respecto a largometrajes anteriores.
El arranque de Godzilla nos lleva hasta Japón en el año 1999. El ingeniero encarnado por Bryan Cranston es testigo impotente de la muerte de su esposa Julie tras un inexplicable accidente en la central nuclear en la que trabajan. Quince años más tarde, y obsesionado con el origen de esa tragedia, es detenido en la zona afectada por la radiación y su hijo, un experto en desactivación de explosivos, volverá a encontrarse, frente a frente, con su dramático pasado cuando criaturas gigantescas salgan a la luz...
Con un argumento terriblemente confuso que cuenta con un arranque mucho más prometedor que lo que vemos en su previsible desarrollo, el director británico Gareth Edwards yerra por tener la ambición de dotar de profundidad a una película que sólo funciona como cine espectacular, es decir, con la combinación de acción, catástrofes y algo de ciencia ficción. De ahí que suene a hueco y tópico el mensaje ecologista sobre los peligros que provoca el abuso por parte del hombre de la Naturaleza. En esa tesitura su largo reparto, con algunos intérpretes tan conocidos como Ken Watanabe, Elisabeth Olsen o Juliette Binoche, hacen lo que pueden en una historia que no da mucho de sí, salvo exhibir un alarde de fantásticos efectos especiales en formato en 3D que reproducen, por ejemplo, con verismo la destrucción de las ciudades tras el paso de esas criaturas feroces o la lucha de éstas en la bahía de San Francisco.
Está claro que los 160 millones de dólares de presupuesto de esta revisión de Godzilla se emplearon en eso y no en escribir un guión con garra que nos contara algo más que lo que vimos en anteriores versiones japonesas o en la de Roland Emmerich, del año 1998.
Para: Los que no se aburran de ver otra película más de Godzilla aunque sea en un formato 3D (por cierto, bastante malillo)