Al Qaeda se muestra orgullosa del daño que ocasionó en Madrid y Londres, en 2004 y 2005. Es decir, se muestra orgullosa de los 192 asesinados en Madrid y de los 57 asesinados en Londres. Ellos son así.  

Cuando menos, las cifras deberían haberse invertido, dado que Reino Unido participó activamente en la guerra de Iraq, mientras que España apoyó políticamente el asunto, y sólo participó, y poco tiempo, en la postguerra iraquí. 192 muertos por un apoyo moral, frente a 57 por un clarísimo apoyo militar y protagonismo absoluto del Reino Unido. Y otra diferencia: el 11-M los fanáticos de Ben Laden consiguieron que una democracia cambiara de Gobierno. ZP lleva toda una legislatura intentando hacerse olvidar que llegó a La Moncloa gracias al asesinato de 192 compatriotas. Aznar pagó su apoyo político a una guerra injusta –no ilegal: injusta- y la izquierda consiguió regresar al poder con una campaña que disipó todas las dudas sobre la sinvergonzonería del Grupo Polanco-Cebrián.

Pero, con todo, lo más grave han sido las consecuencias sociales del atentado del 11-M, consecuencias que marcan una gran diferencia entre el 11-M español y el 11-S norteamericano o el 7-J británico, y esa diferencia es tan palpable que sólo la ignora quien quiere ignorarla: mientras los ciudadanos norteamericanos se unieron como una piña frente al enemigo externo, y lo mismo hicieron los británicos, los españoles mostraron su carácter cainita, verdadero cáncer de la piel de toro en todos los aspectos, también el económico (véase la batalla de Endesa, en la que "mejor un alemán que un catalán"), y el 11-M sólo sirvió para que los españoles se lanzaran los muertos unos a otros. Es la Generación Manjón, la madre de una de las víctimas, para quien a su hijo no lo mató Ben Laden, sino Aznar, según el re-contra-retorcido argumento propio de quien sufre Síndrome de Estocolmo: si Aznar no hubiera apoyado a Bush en Iraq, Ben Laden no habría puesto bombas en los trenes y mi hijo estaría vivo. Ergo, el culpable no es Ben Laden, sino Aznar.

Esta es la viva imagen de España: un país dominado por el Síndrome de Estocolmo, por el miedo, sordo a una brabucón, como el portavoz de Al Qaeda, Asma al Amriki, que se jacta de los inocentes muertos en España, pero ultrasensible a cualquier prepotencia del "enemigo interno", que no es otro que el compatriota.

Días atrás, el consejero delegado del grupo Prisa se quejaba de una sentencia judicial y volvía a arremeter contra el guerracivilismo que anima la derecha. La verdad es que Janli Cebrián, un personaje marcado por su humildad, suele acusar de aquello de lo que adolece. Por ejemplo, a la prensa independiente de Internet le acusa de chantajista, precisamente él, el mayor chantajista de la democracia española. No: ha sido la medio-izquierda progre española, ZP y Cebrián por ejemplo, los que han creado un ambiente guerracivilista y cainita. La derecha española está tan atontada, tan acomplejada, tratando por todos los medios de convertirse en progresista, es decir, en estúpida, que ni tan siquiera es capaz de odiar: la derecha española no está en la trinchera, sino en el psicólogo. Y ya se sabe cómo suele salir el personal del diván del psicoanalista: peor que cómo entró.

Mientras tanto, en España no se reacciona frente al enemigo que te ha matado a tus compatriotas, sino contra el compatriota mismo.

Así nos va.

Eulogio López