-¿Qué le ha parecido la ciudad? le preguntaron los chicos de la prensa.
-Muy bonita respondió-, pero lo será mucho más cuando el alcalde haya encontrado el tesoro.
Gallardón es como el gran visir Iznogud (el infame Iznogud, si conocen la historia): Quiere ser califa en lugar del califa. Bueno Gay-ardón, o sea, el maldito roedor, se conforma con ser Presidente del Gobierno, aunque supongo que no le haría ascos al califato, que es un nombre evocador de alianza de culturas, civilizaciones y hasta ejércitos hermanados. Pero no, con ser Presidente del Gobierno de España se conforma, incluso no le importaría serlo por el partido Popular, aunque esto es secundario.
Y para ello, se ha fijado en el mejor estratega político que han visto los tiempos: Miguel Barroso, secretario de Estado de Comunicación, y su famoso lema (desconozco si es su lema, pero les aseguro que sí es su estrategia). Lo social, estúpidos, lo social. Ya saben: caca, culo, pedo pis, esto es, divorcio, aborto eutanasia y matrimonio gay.
Hombre, también están las olimpiadas, que le proporcionará un barniz de estadista. Y las zanjas, que proporcionan una agradable sensación de actividad imparable, especialmente si das con tus huesos en los fondos de unas de ellas.
Pero lo importante lo realmente importante, o que dibuja su imagen de todo un progre de derechas, es lo social. A día de hoy, el maldito roedor sale por más de 100 píldoras diarias, píldoras del día después, regaladas por los servicios municipales de Salud a niñas de entre 10 y 20 años. Píldoras que, el maldito roedor se encarga de recordarlo, no son abortivas... salvo que se haya producido la concepción. Y todo ello a espaldas de sus padres. Ya saben ustedes que en cuanto los padres se meten por medio, el progresismo recula: con los padres en el ajo, incluso con padres progres, no hay manera de hacer hijos progres.
De esa forma, cualquier adolescente madrileña sabe que puede tener una noche loca, incluso siete noches locas por semana, porque Gallardón vela por sus intereses y mamá y papá no se van a enterar. Todo gracias al maldito roedor, que desde aquí brindo a cualquier ciudad del mundo, por si lo quisiera como regidor: aceptamos cualquier trueque y lo cambiamos sin mirar.
Lo de los padres tiene su enjundia. Les cuento una historia: en la redacción de un periódico madrileño de difusión nacional, se planteó el (cuando los periodistas no tienen nada que hacer que hacer hablan y dicen lo que piensan; cuando trabajan, escriben lo que saben que tienen que escribir) asunto de la ley del matrimonio sarasa. Naturalmente hablamos de profesionales- la mayoría de ellos se apuntó a lo políticamente correcto : ¿Por qué no van a tener derecho a casarse? En ese momento, uno de los escasos y sospechosos- especímenes contrarios al matrimonio gay, le dijo a uno de los partidarios:
-Oye Manolo (no se llama Manolo): tu mujer está punto de dar a luz ¿Te imaginas que sufrís un accidente y dan tu hijo en adopción a una pareja de gays? ¿Te gustaría?
-No, no me gustaría fue la lacónica respuesta.
Porque claro, entre la ley y la vida hay la misma diferencia que entre la probabilidad y la realidad, o que entre la teoría y la práctica.
Eulogio López