Sr. Director:

 

La boda real quedó deslucida, no tanto por la lluvia (que también contribuyó lo suyo), sino por las estúpidas decoraciones que nos endosó el decorador elegido por el señor alcalde.

Los telones azules tapando los mejores edificios de la Gran vía eran, más que un "homenaje al cielo de Madrid", un insulto al pueblo de Madrid, y las espirales que "ornaban" las farolas eran artificios carentes de sentido, por no hablar de la destacada ausencia de la bandera nacional entre los poco gallardos gallardetes.

Más bella hubiera estado Madrid desnuda de tanta horterada, mostrando así su noble arquitectura a todo el mundo. Me parece que al señor Gallardón no le gusta nada nuestro Madrid y pretende hacer de ella algo que no es: un merengón melífluo y tonto.

César Botey

botey@eresmas.com