La prensa española afín al PP -minoritaria, ciertamente, porque la afín al Gobierno ZP se lleva la palma- ha recalcado el gran fracaso que ZP ha cosechado en Finlandia durante la última Cumbre Europea. Dicha prensa ha recalcado cómo el presidente francés Jacques Chirac, ratificó a su ministro Nicolás Sarkozy, en sus críticas a la regularización masiva de inmigrantes que realizó España en 2005. Hoy el 10% de los trabajadores españoles que cotizan a la Seguridad Social son inmigrantes, el 40% de los inmigrantes son hispanoamericanos y lo que teme la Europa egoísta es que se cuelen en el continente por la puerta española.
Pues bien, por mucho que lo diga Chirac y por mucho que a la prensa adicta al PP le divierta que alguien vapulee a ZP (punto en el que coincido con ella, en serio) lo cierto es que aunque la legalización masiva no ha sido el mejor de los caminos posibles, la postura del Ejecutivo español ha sido en este punto mucho más generosa y cristiana que la imperante en Europa aunque también es cierto que Europa está de vuelta, con países donde los inmigrantes superan el 15% de la población, mientras España está de ida, con una población inmigrante que no alcanza el 10%. Además, la gran masa inmigrante residente en España es iberoamericana, por tanto, mucho más fácil denigrar, en lengua y cultura, que los magrebíes, mayoritarios en Francia, o que turcos y kurdos, imperantes en Alemania. Sencillamente, tienen otra lengua y otra religión (perdón, cultura).
Y esto revela, oh sí, por grandísimo descubrimiento : que incluso ZP puede hacer algo bien, o, al menos, que puede hacer algo menos mal que otros países de nuestro entorno. No es que su regularización sea modélica, pero, insisto, se aproxima más al ideal: fronteras abiertas y exigencia de respeto al país de acogida, a sus costumbres, a su religión, a su historia, a su personalidad y a sus gentes. En este segundo punto sí que no ha hilado fino ZP, para el cual, toda persona es bienvenida con tal de que tenga un trabajo, y contribuya el Fisco.
Fronteras abiertas porque, una e dos: o creemos en la globalización o no creemos. Si creemos en la globalización, la única alternativa es ofrecer a los trabajadores, es decir, a las personas, la misma libertad de tránsito que a los movimientos de capitales o de mercancías. Como en cualquier fenómeno de corte liberal, se debe funcionar al grito de o todos o ninguno.
Al mismo tiempo, esa misma prensa de derechas se ríe de las propuestas del nacionalismo catalán de instaurar una especie de catalanismo por puntos. No me gustan, naturalmente, los requisitos que parecen querer imponer don Artur Mas, que pasarían, me temo, por hacerse socios del Barça pero el sistema apunta bien aunque dispare mal. En efecto, el inmigrante que llega a España debe respetar los hábitos de los españoles. No sólo eso : es bueno obligarle a que los respete con la fuerza de la ley.
Y es que no se es más moderno ni se tiene más razón por seguir los pasos de una Europa cerrada a cal y canto. Simplemente se es más egoísta.
Eulogio López