El conflicto entre los controladores aéreos y Fomento no cesa. Y no lo hace porque el decretazo de Blanco ha sido un mazazo difícil de digerir. No sólo les ha dejado el sueldo a la mitad, sino que les ha militarizado: deben estar siempre disponibles, no pueden planificar sus vacaciones e incumplir el decreto es motivo de despido. La tensión en la plantilla es obvia. Antes había controladores aéreos que querían ganar los pluses pactados y trabajaban más horas. Ganaban mucho dinero, pero cubrían el hueco generado por la falta de preparación. Y es que desde hace 10 años no hay prácticamente nuevas entradas. Y las necesidades de servicio se hacen evidentes. Así que se cubrían con horas extras muy bien remuneradas.
Ahora hay que trabajar más por menos. Y a disposición de una AENA que programa con criterios no siempre profesionales. Todo esto hace que ante esta tensión muchos hayan optado por pedirse la baja. Ningún médico va a negarle la baja a un controlador que dice sufrir de estrés. Blanco sabe que las revisiones de la Seguridad Social van a ser superadas. Por eso empieza a elevar el tono: primero que llevará el asunto a la Fiscalía; este martes que civilizará a los controladores militares. Mucho ladrar y poco morder porque él sabe que reciclar a los controladores militares llevará unos meses. Los mismos que formar nuevos controladores. Y ya afirma que tiene a 500 en la escuela de formación.
En el fondo, la negociación del convenio colectivo. AENA quiere apretar y los controladores se defienden. Es verdad que utilizan a la ciudadanía como rehén. Pero también es verdad que quien les ha colocado en una situación límite, sin talante negociador ha sido el propio Gobierno.