Tras arrearle una patada en los testículos a un miembro de la oposición, el presidente de Bolivia Evo Morales, ha promulgado su ley-antirracista, que, a efectos prácticos puede resumirse así: Si cualquier periodista, por ejemplo, critica la política del Gobierno está cometiendo un acto de racismo, dado que el presidente es indio.
Por si no había quedado claro el espíritu de la norma, don Evo ha recalcado que se trata de una lucha contra el colonialismo y por la igualdad.
A continuación, El presidente boliviano anunció un viaje a Chile para asistir a la liberación de los mineros atrapados en un pozo durante dos meses. Aunque la derecha colonialista pueda pensar lo contrario no hay ninguna razón para presagiar que don Evo se dedicará a golpear los testículos a todos los mineros liberados cuya tez blanca le recuerde un lamentable pasado colonial y unas aviesas tendencias racistas.
De la patada, e incluso de la ley de don Evo, podemos sacar varias conclusiones:
1. La primera es que una patada en los éstos es un instrumento de lucha pacífica y democrática superior a mil argumentos. Ya lo dice el viejo proverbio: un rodillazo vale más que 1.000 palabras.
2. Hasta ahora habíamos pensado que la justicia debía hacer las leyes pero con la revolución indigenista esto ha cambiado mucho: son las leyes las que convierten las barbaridades en actos de justicia y reparación. Y, además, a eso se le denomina Estado de Derecho. Justo es lo que se promulga en el Boletín Oficial del Estado, o similar.
3. No existe plazo de prescripción histórica. Es sabido que los colonizadores españoles cometieron, no uno, sino varios genocidios y, como el mismo Evo recuerda, los bolivianos llevan siglos sufriendo la injusticia y la desigualdad, buena prueba de ello es que han tardado esos cinco siglos en colocar a un indígena en la Presidencia, modelo para las próximas generaciones.
Y no, no es que Morales sea el dirigente más peligroso que puebla el escenario internacional. Sólo lo es para los bolivianos. De hecho, la utilización de la democracia para cometer tropelías no la ha inventado Morales, sino que es práctica habitual en muchos países. De hecho yo juraría que estamos ante un hábito creciente, que podríamos resumir así: por el Estado de Derecho hacia la tiranía. Y si se resisten, zurriagazo en los testes.
Eulogio López
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