¡Cosas veredes, Sancho!. Ahora resulta que Comisiones Obreras de la COPE -a pesar de las diferencias ideológicas- apoya la continuidad de Federico Jiménez como estrella de la cadena COPE, propiedad de los obispos.

La solicitud por el mantenimiento de los puestos de trabajo lleva a Comisiones Obreras a apoyar a un señor al que todos sus afiliados consideran una fascista de mucho cuidado, un ultra peligroso, un abominable ser de extrema derecha, para entendernos, el enemigo.

La verdad es que no se de qué me extraño. El educadísimo Jiménez es un progresista de derechas. Figúrense si será progresistas que es un comunista converso al capitalismo -perdón, liberalismo-. Pero ambos, CCOO y Federico, son igualmente relativistas: Las verdades absolutas no existen, y ambos están convencidos de que nada es verdad ni nada es mentira, salvo, claro está, sus propias aspiraciones e intereses. Los dos gritarían con gusto -y en ocasiones lo hacen-, la máxima del progresismo actual: Abajo los curas y arriba las faldas. Los curas son la peste para el antiguo sindicato comunista, como lo son para el agnóstico Federico, aunque, eso sí, en este caso una peste muy lucrativa. Ya se sabe que la etimología del concepto dinero es detritus, residuos, heces.

Ambos tipos de progresistas viven del dinero de los demás. La única diferencia estriba en que a los sindicalistas de Comisiones les gusta vivir del Estado -dinero público-. Y a los progresistas de derechas como Jiménez les encanta vivir del dinero de las grandes empresas, pero en  ambos casos sumados hablando del dinero de los demás. En el caso de Jiménez, no obstante, el dinero no es el único móvil: también está el poder, entendido como capacidad de hacer daño, y la vanidad mundana, hoy conocida como popularidad.

Enfrente de los progres de izquierdas y de derechas está la Iglesia, por ejemplo la COPE. ¿Para qué tiene medios informativos la Iglesia? Para evangelizar. Y si no, pues que los venda y en paz. Porque esto, más que evangelizar es escandalizar, con el añadido de que la COPE está dividiendo a los obispos, y eso ya son palabras mayores.

Jiménez está pidiendo a gritos que la COPE le despida con un puntapié en el trasero (de acuerdo: sin puntapié).  Yo estoy convencido de que si es sustituido, la COPE no se terminaría, pero Jiménez sí. Este es el problema: probablemente, el único puesto de trabajo que se perdería sería el mejor pagado de toda la COPE: 1,8 millones de euros por año.

Los insultones siempre necesitan de un altavoz. Les quitan el aparato y ya no asustan a nadie. Pero la Iglesia no se mide por su capacidad de difusión sino por su coherencia. Además, cuando se trata de transmitir la Buena Nueva, los conceptos de difusión e influencia divergen. Como dijo un santo: dos más dos son cuatro, pero dos más dos, más Dios pueden ser cualquier cosa.

La verdad es que es el propio Jiménez, quien, por coherencia, debería haber abandonado la COPE. Como no lo hace, hay que despedirle. El contrato de renovación por la próxima temporada está apalabrado, pero aún no firmado, y hay obispos que se oponen a ello. No es el momento de hacer un plan de negocio: es el momento de la coherencia.

Eulogio López

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