El pasado día 9 hizo, 60 años, que el ministro francés Robert Schuman pronunciara en París uno de los discursos más relevantes del siglo XX, lo que supuso el primer paso para la creación de la Unión Europea.
Schuman, hoy en proceso de beatificación, supo dar testimonio de su fe en la vida pública, en momentos de dificultades y en medio de una Europa destrozada por la guerra. Pero a pesar de ello fue coherente con sus creencias.
Cabe señalar que el empecinamiento laicista de muchos países europeos por ignorar, en el contenido del redactado de la Constitución Europea, las raíces cristianas del viejo continente se estrella con la realidad histórica, pero también con el símbolo que representa a la UE, su bandera.
Su servicio a la reconciliación y su luminoso ejemplo político deben servirnos a nosotros, también sumidos en una coyuntura compleja, para que sepamos buscar la verdad en su raíz y origen, porque sólo yendo a las causas es posible diagnosticar con acierto los problemas y ponerles las adecuadas soluciones.
Hoy estamos asistiendo, por desgracia, a un empeño decidido y sistemático que trata de eliminar lo más esencial de nuestras costumbres: su hondo sentido cristiano.
Pero, aunque quieran ignorar que nuestra larga historia de Europa, ha estado entretejida de presencias cristianas, a pesar de ello la verdad histórica no la van a cambiar, ningún historiador podrá olvidar esta herencia.
Pilar Mariscal