Sr. Director:
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Eso me ocurre en lo que se refiere al Festival de Eurovisión.
Cada año me siento frente al televisor esperando escuchar canciones en diferentes idiomas, ya que las lenguas me encantan y me parece que reflejan lo más profundo de los pueblos. Pues no, en el festival se canta casi exclusivamente en inglés. Ese ha sido el caso este año de Lituania, Rusia, Hungría, Armenia, Moldavia o Turquía, por citar algunos de los países que renunciaron a la belleza de su propio idioma en aras, imagino, de una mayor comercialidad y por tanto, de un posible triunfo.
Otros como Francia cantaron en franglish, olvidándose por un día de la francofonía, tan querida por nuestro país vecino. Rumania, en nombre de la concordia, cantó en seis idiomas, el no va más del quiero y no puedo.
Letonia cantó en italiano, ya que el cantante era de esa nacionalidad; y yo me pregunto si el susodicho no hubiera podido esforzarse un poco y cantar en el idioma del país que, suponemos, le pagaba una sustanciosa suma.
Tenemos que alabar a España, Eslovenia, Alemania, Serbia y Bulgaria, que cantaron en su lengua.
No realizaremos una crítica de la calidad de las canciones; tan sólo indicaremos el pésimo gusto de Ucrania, que jugó con la ambigüedad y los gestos groseros.
Ganó Serbia, al menos una decisión digna para un festival en decadencia que, esperémoslo, no sea reflejo de la situación del viejo continente.
Maite Vaquero Oroquieta
maite.vaq@hotmail.com