Dentro de España concitan las iras de la inmensa mayoría. Fuera de nuestro país se les veía en ocasiones como luchadores por la libertad, aunque los propios etarras se han encargado de dejar claro lo que son. En cualquier caso, junto al asco o el miedo, a los terroristas de ETA se les rodeaba de un halo de eficacia militar, de disciplina, de cierta perfección orientada al mal. Y eso se ha terminado.

En los últimos tiempos, las distintas cúpulas terroristas han sido encarceladas. Hemos sabido de ellos que se orinaban en los pantalones cuando veían un guardia civil, que daban patadas a los cristales para evitar tener que enfrentarse al tribunal, que lucían falsas sonrisas y entonaban temblorosos el Eusko Gudariak para ocultar sus temores, sus decepciones, su certeza de haber fracasado. Sobre todo, porque, una vez en la cárcel, los de fuera ya no querían saber nada de ellos y acababan saliéndose de ETA con la esperanza de poder reinsertarse. Poco a poco esa imagen, acompañada de términos grandilocuentes como comando, banda armada, jefe de logística, número 1 se fue disolviendo.

Hoy, el peor golpe que puede recibir los terroristas es, junto a las detenciones, los detalles sobre su vida cotidiana. Unos niñatos salvajes que ni siquiera saben por qué matan. Lo de menos es si son aficionados a la Selección Española (en cuyo caso viene a la memoria el argumento de El secreto de sus ojos) o si se pusieron las camisetas para bromear. Lo importante es el hecho de que etarras como Jon Rosales (de los Rosales del Duranguesado) no sean capaces de mantener la boca cerrada, necesiten presumir de su militancia o cuelguen sus fotos en Internet. Por eso, la red ha pasado de páginas de indignación o insulto a páginas de burla. En el propio Facebook ya se han abierto varios grupos de Etarras que: "Etarras vestidos de flamenca", "Etarras que se pierden por fotografiarse con el Fary" o "Etarras que guardan las mejores bragas para cuando les van a detener".

A la vista está que estos etarras de palo se parecen muy poco a sus predecesores: son cutres, torpes y dan risa. Matar lo puede hacer cualquiera, evitar la detención les resulta cada día más difícil.

Rodrigo Martín

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