Y es que el amigo Santiago Segura puede haber tenido un éxito de taquilla tremendo, en un país que sigue marcado por la sentencia del fallecido Fernando Fernán Gómez: a los españoles no les gusta el cine español.
Digo que no me agrada el argumento porque Torrente es más basto que un bocadillo de fabes. Ahora bien, la presentación que doña Eva María Fernández Villegas -Eva Hache- realizó ayer ganó en vulgaridad a los exabruptos de Torrente y resultaron aún más bastas que la del poli de ficción, como aquella de la 'vejiga pedigüeña' que, al parecer, encandiló a los hombres y mujeres del arte cinematográfico hispano.
Por lo demás, los Goya del presente año resultaron comedidos. Al parecer, la Academia sigue pendiente de lo que siempre están pendientes los académicos: la pasta, la guita, el parné... la subvención pública.
Porque claro, el cine español vive de la subvención, por la doble vía de las subvenciones del Ministerio de Cultura y de las que ofrece RTVE, esa empresa en la que el Zapaterismo redujo, con cargo al erario público, para que no tuviera pérdidas y lo primero que hizo fue... perder dinero.
Nuestro cine anduvo comedido, aunque no pudo evitar que se premiara a su ídolo, Baltasar Garzón, sin duda el hecho más significativo de la noche y del sector. ¿Por qué? Pues mire usted, porque el vídeo sobre Garzón -directora, doña Isabel Coixet- recaudó, según las cifras oficiales del Ministerio de Cultura, 7.054 euros y acudieron a verla 1.259 personas. No está mal para haber recibido el Goya al mejor documental.
Porque oiga, el problema del cine español no es su progresismo, su cristofobia, su pornografía o su politización. Ni tan siquiera la sopa boba del Presupuesto público en el que vive. Lo peor es que los cineastas no cuentan historias, nos cuentan su vida y sus miserias. De ahí el triunfo público, que no popular, de Pedro Almodóvar. Es decir, no nos cuentan una historia, sino su historia. Y lo malo es que sus historias no es que sean tristes, es que son historias de amargados. Y para eso, el común de los mortales, aquellos que amamos la vida, no nos gusta pagar. Preferimos gastarnos los ochos euros en una película americana.
Eulogio López
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