Me lo explica un amigo porteño, con la sutileza que caracteriza a este pueblo sabio (sí, sabio, los defectos los cuento después): "El problema del español es que cuando se tiene un tarjeta visa, un Audi y vacaciones en la costa nadie piensa en el compromiso".
En efecto, este es el problema crucial de la vieja España, de toda Europa. Un continente cansado, falto de vitalidad, y es sabido que la gente se muere por falta de vitalidad, y se consuela pensando en el sabio distanciamiento que otorga la edad, cuando lo cierto es que "en materia de virtud, la experiencia es la madre de la ilusión".
No cabe duda de que la Argentina sufre un montón de problemas, pero no sufre la abulia europea. Impera la corrupción, pero no el cinismo, quiere crecer no conservar; su sistema sanitario es peor que el español, pero incluso más abierto que éste al extranjero, son vanidosos pero no soberbios.
Y, en suma, aman la vida con la pasión de quien aún no ha perdido el sentido de la gratitud.
Porque el peligro de Europa es que le quedan pocas cosas por las que luchar que no tengan que ver con el mantenimiento del patrimonio. La tasa de natalidad es muy superior a la española, y esto implica que el argentino tiene más confianza en el futuro que el europeo.
Está claro que el nuevo mundo, por lo menos es capaz de comprometerse, no ha perdido el sentido del voto, de la promesa. Y eso vale su peso en oro. Ni el matrimonio Kirchner podrá arrebatar a los argentinos ese tesoro. O al menos le costará mucho tiempo y mucho dinero. Y ya se sabe que don Néstor pertenece al gremio de aquellos viejos parroquianos capaces de dar su vida por Dios, pero no su cartera. Así que los argentinos pueden vivir tranquilos. Su vida puede ser más dura, pero su universo no se destruirá fácilmente.
Pero la pregunta continua en el aire. Si Néstor Kirchner y Cristina Fernández son el desastre que he tratado de describir en cuatro entregas (para ver las anteriores: 1, 2 y 3), ¿por qué razón se le admite en sociedad? ¿Por qué algunos poderosos del mundo, caso de ZP y otros líderes europeos, callan ante el desmadre y la corrupción pública argentinos y ante la caradura del binomio presidencial? Pues porque Kirchner es "uno de los nuestros", un progre, un hombre del Nuevo Orden. Y lo dejó claro muy pronto. Hace dos años, la Casa Rosada emitía su Plan Nacional contra la Discriminación, que como todo documento progre resulta un pestiño infumable, por lo que les aconsejo que lean el espléndido resumen realizado por el profesor universitario austral, Eduardo Carrasco, de quien ya hemos hablado en estas páginas. La conclusión es obvia, los males de la Argentina, también. Son dos: Néstor y Cristina. Bueno, seamos justos: Néstor, Cristina… y el conjunto del sector público, que en aquella maravillosa tierra es el poder.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com