Lo malo de trazar el discurso retórico basándolo en ejemplos cuando flaquean los argumentos de defensa de una pobre causa, es que con mucha frecuencia el orador discurre por la pendiente de la falacia.
Es lo que le ha pasado a Elena Valenciano que desde las tesis más rancias del socialismo, se ha obcecado en defender los escraches contra miembros del PP, los mismos escraches que el respetado expresidente Felipe González había pedido que acabaran.
Con la misma lengua sagaz que acostumbra a sacar a pasear, se le ocurrió una comparación que consideró muy ilustrativa y resultó muy desafortunada. Afirmó que los escraches llevan años tolerándose en la puerta de los abortorios donde, en efecto, se suelen reunir personas que están en contra de esta práctica que ya ha sido catalogada como el holocausto de este siglo.
Pero hay una gran diferencia entre los escraches cada vez más violentos de las Plataformas de Afectados por la Hipoteca en los domicilios particulares de políticos y las citas, rosario en mano, frente a los abortorios. Unos gritan e intimidan. Otros rezan. Si ver rezar molesta, si escuchar un testimonio de vida ofende, será posiblemente porque duele la conciencia. Pero atacar con violencia a la familia de un político no invita a la reflexión.
El problema es que no se puede confundir el escrache con rezar, el diálogo con gritar, porque esa falacia tan peligrosa, nacida de un desafortunado ejemplo, no hace sino alimentar el caldo de cultivo del más rancio anticlericalismo.
Jesús D Mez Madrid