Luchar contra lo políticamente correcto no es cosa fácil. Mi artículo del jueves sobre el acoso sexual ha provocado algunas felicitaciones pero muchas más críticas del tipo No será para tanto, un tipo de crítica de difícil respuesta, porque alegar que alguien exagera es no decir nada y arramplar con todo.

Veamos, ¿seguro que no es para tanto? ¿Seguro que el acosado del siglo XXI no es el varón en lugar de la mujer? Quienes, por miedo a enfrentarse a la atmósfera ambientalmente correcta el nombre del sindicalista Cándido Méndez me viene a las mientes, no sé por qué- secundan de forma borreguil eso de la persecución sexual de la mujer hablo de Occidente, que conste- se topa de bruces con la realidad.

¿Acoso sexual en el trabajo? Pero hombre, si la cantidad de acusaciones falsas, que han minado el honor, el prestigio y la consideración ajena de tantos varones ha provocado que en muchas empresas se haya impuesto la moda de la mamparización y los despachos transparentes. Muchas desaprensivas han utilizado la acusación de acoso como medio para salirse con la suya, de la misma forma que los abogados divorcistas, también llamados de familia (de la misma forma que al Ministerio de la Guerra le llamamos Ministerio de Defensa) aconsejan a las esposas en trámite de divorcio que aleguen malos tratos aunque los tales malos tratos no se hayan producido nunca.

Y todo ello por mor del cretinismo feminista, tan aplaudido por el Gobierno Zapatero, que ha hecho de la adulación de lo peor del mujerío la representación idónea del genial sexo femenino. El virus feminista que algunas lectoras me confiesan no entender- consiste sencillamente en esto : en que una mujer comienza a considerare mujer antes que persona. A partir de ahí puede suceder cualquier cosa, ninguna buena y muchas estúpidas. Existe una variante del virus porque como buen virus muta siempre a peor- que afecta a las creyentes, y que consiste en anteponer su condición de mujer a su condición de cristiana. Eso ya no es un virus, sino una infección en toda regla, con resultado casi seguro de muerte en un, pongamos, el 50% de los casos.

El diario ABC afirma que 2 millones de españoles piensan que hombre y mujer no son iguales. El titular es terrible: ¿Cómo sólo dos millones? ¡Pueblo de ingenuos! Lo lógico es que un 99 por 100 de hombres y mujeres se negaran a aceptar la igualdad, mientras el 1 por 100 restante se encasillaría en el epígrafe No sabe no contesta (no, el 1% no son ellos. Ellos simplemente, tienen la fuerza de un hombre y la mala leche de una mujer).

No hay cosa más distinta que un hombre y una mujer. Son tan divergentes como confluyentes, tan incompatibles como complementarios y se repudian tanto como se necesitan. El compromiso matrimonial no deja de ser uno de los misterios más grandes de universo : representa la entrega más profunda entre dos polos empecinadamente opuestos. Lo que dice mucho de la grandeza de la humanidad no es que haya matrimonios no divorciados, sino que haya un solo matrimonio que permanezca fiel.

¡Es el virus, estúpidos, el virus feminista!

Eulogio López